sábado, 23 de abril de 2011

Besos obesos, todo un exceso.








Si no fuera porque es sábado,
te pediría a tientas un beso obeso,
de esos que asfixian y no matan,
-de los que engordan tanto, sí, de esos-.

Pero no queda otra que esperar
a que vuelvan tus ojos de caramelo,
que, como magnum almendrado,
se derriten en mi lengua
bramando arrepentimiento.

Besos inmorales e inmortales,
trufas de chocolate negro,
me empachan el corazón,
redondean más mi cuerpo,
y ya las dietas no sirven...
al garete se fue mi empeño.

-A grandes males, grandes remedios,-
suele decir mi madre
cuando surge un contratiempo
de difícil solución.

Como hoy es noche de ciegos,
házme el amor con ojos vendados,
que estando desnudos, sin miedo,
podremos abrazarnos despacio,
podrás morder los silencios

y podré sentir placer
sin necesidad de verlo.

A la luz de la luna brilla
la silueta sinuosa de los cuerpos.

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