miércoles, 28 de marzo de 2012

Tus túes

Tu presencia
Tu no presencia
Tus relatos desplegados en mi cabeza
Tu jersey tu abrigo tu boca
Tu Caos en el orden tu vorágine y sus flechas
Tu salvajismo
Tus mentirosos poetas
Tu pensamiento durmiente bajo el nido
Tu miedo a no caer
Tus lindezas
Tu forma de expresar lo inexpresable
Tus pies pisando tierra suelo y firmamento
Tu cáscara de silencio
Tu interior inmenso y sus cuevas
Tu eco elevado al cubo
Tu sed tu hambre tus malas cenas
Tus peores desayunos
Tu tiniebla
Tus ojos que a mate saben
Tu mirada porteña
Tu imposible acceso tu elevación constante
Tus libros y los de la biblioteca
Tú ahí al menos hablándome
escribiéndome

Tus palabras inmóviles perfectas
esperando mi beso de buenas noches.

Clímax

Espera
parece que no
y de pronto:
sacudida calambre dulzor
vislumbre y nada
todo nada
pupilas
rodillas
labio superior temblando
lentillas vibrando
gota de sudor en la nuca
que baja
y baja
va bajando la columna
para morir en

la última sílaba de la última frase
del libro más delicioso
que me ha devorado en vida

domingo, 25 de marzo de 2012

Empacho primaveral

Hambre
de todo lo vivido y pensado
o acariciado siempre en la retina
mientras duraba el sueño no soñado
del viaje al País de las Ardillas.
Voracidad
en medio de este mar verde infinito
junto a un estanque prolijo en ausencias
lleno de niños de pico amarillo
y patos ebrios que se tambalean.
Apetito
nocturno de vuelos matutinos
de ser toda vestido y toda entera
núcleo de dos mil versos argentinos
caducos en tu boca sinverguenza.
Canibalismo
delirante golpeando en los muslos
cosquillas en el pie o en las pestañas
mis lenguas discuten sin disimulo
y naranjas mis medias son, naranjas.

jueves, 22 de marzo de 2012

Sumisión pétrea



Me sé estatua petrificada
de trazo violento y arriesgado escorzo.
Me sé barroca en facciones,
y mis gestos se contorsionan
como serpientes rojas sin veneno alguno.
Me sé efigie, me sé altanera,
me sé silenciosa en mi grito de mármol,
me sé ojos abismo, me sé piedra
-roca dura, alma vieja-
tallada de improviso por una mano
-esa que habla conmigo mientras
va moldeando mis venas con cuidado
y a golpe de cincel-.
Me sé admirada, me sé poseída,
me sé completamente suya,
me sé artificio del sentido
pero me ignoro.

Invariable

Entonces
a veces no
y a veces sí
Ahora siempre tal vez
Nunca
más ahora
todo sí Todo
lejos cerca
Casi Dentro
lentamente
tan despacio
acá allá
Ayer
arriba abajo
Mañana
aquí sólo
Mucho
lento muy lento
tanto tanto
pronto


A lo mejor jamás

miércoles, 21 de marzo de 2012

Roja

"Madrid es el único sujeto posible del verbo llover"
(Munir)
Huelo poesía. Escribo la lluvia.
Y poco a poco gota agota
mi memoria.
Mi memoria perdida -extraviada-
que ha recorrido sin rumbo fijo
las calles huérfanas de Madrid
que ha trasnochado en los bancos
de sus bulliciosas plazas,
que ha recogido ingenuidades
en los bares, en las lunas empañadas
de los automóviles
y en las miradas de aquellos que piden
limosna sin saber qué día
recordarán cómo se llaman.
El horror es su pasado; la miseria,
su mañana
y yo -cobarde-, ruin memoria
no me atrevo a bautizarlos,
a cambiar su techo de cielo
por mi suelo alfombrado y el olor
de mi almohada.
Escribo poesía. Huelo la lluvia.
Mis palabras se mojan
mi sangre se vuelve tinta
y mi ser nada.

domingo, 18 de marzo de 2012

Los fugitivos del miedo

Me miras como si
acabaras de despertar
de un sueño largo o de
una pesadilla.
No me reconoces al principio
y tus ojos van acostumbrándose
muy poco a poco
a la luz taciturna y temblorosa
que irradian los míos
en la penumbra del túnel.
Tenemos miedo aunque
no se nos note en la cara.
Las pupilas diminutas
nos desnudan
de todo infinito.
Quiero abrirlas y apresar
tus parpadeos tenues
como la noche
presuntuosa
que pasa sin darnos cuenta.
Voy a hablar más de lo previsto
y mi voz será un hilo
delgado
de confesiones inútiles
dispuestas a amordazarte.
No tengas miedo de mí
sino de nuestros
soles apagados hace varias lunas
un lunes de esos de biblioteca
y ojos pergamino.
Yo sí tengo miedo de mí:
loca irremediable
con tantos demonios
bailoteando dentro
que ni un cura sería capaz
de salvarme del fuego.
De hielo son tus manos
grandes
y de hierba tus ojos
primitivos
como las llanuras de la Pampa
donde ambos, sin saberlo,
hace mucho, tal vez demasiado tiempo,
nacimos.

sábado, 17 de marzo de 2012

Los perros románticos


Gatos. Múltiples gatos pardos maullando en la carretera. Saben que en algún lugar no muy lejano, los perros románticos acechan, observan sus pasos desorientados, sueñan sin soñar apenas; y en las rocas del camino, se han sentado a contar su mísera vida perra.
No ladran porque no están furiosos, se limitan a agitar sus rabos al unísono, esperando a que el otro dé el paso para reconocerse: consabido ritual canino que forma parte de su naturaleza.
A tientas, se olisquean.
Y resulta extraño porque es como si ya se hubiesen cruzado antes. Sus pelajes son muy distintos; su raza, completamente opuesta; y sin embargo son tan familiares el uno para el otro que no necesitan ladrarse o gruñirse o lamerse para saber que ese otro hocico es el hocico que les complementa. Igualmente molestas son sus pulgas, igualmente viejas sus correas; y el mundo que uno ha recorrido, el otro lo conocerá dentro de pocas lunas llenas.
Ambos han sabido roer en los huesos la misma carne pútrida y sanguinolenta; ambos han interpretado la vida de los hombres, de esas extrañas criaturas que les rodean. Ninguno de los dos ha tenido ni tendrá nunca dueño: son perros libres, románticos, locos y sin cadenas, son perros que lo han pasado mal, que han recibido muchos palos y alguna que otra caricia aislada, proporcionada por unas manos frías y arrogantes. Son mucho más que perros jóvenes, porque han exprimido la vida hasta dejarla arrugada, como un trapo feo y sucio y triste y hueco bajo la sombra de sus patas largas.
Estupendos perros, aún estáis a tiempo de correr por la carretera en dirección contraria. Pero no será en esta ocasión: uno de ellos agacha las orejas y el otro gime despacito.
El tiempo dirá si ladran.

Romance de las marujas y filólogas


A Laura, por ser mi doble,
a Clara, por ser mi cabeza,
a Inés, por ser mi vida,
a Gema, por ser gemelas.
(Cuenca, posada del Huécar.
Cuatro mujeres dormidas
en cuatro camas desechas.
Un trozo de bacon rancio
en una bota derecha,
la luz de un día de marzo
tibiamente las despierta).
Ya van renaciendo risas,
ya van recordando escenas
de la noche interminable
que en sus pestañas bosteza.
De repente se oye un golpe
firme y rápido en la puerta:
una quinta mujer llega
con zapatillas de felpa
contando los marujeos
que han volado a sus orejas.
-Vamos a comer tostadas
que hay que reponer fuerzas;
recorreremos las calles,
subiremos a la iglesia,
veremos las casas colgadas
y adiós a las conferencias-.
En cada puente una foto,
en cada banco una huella,
en cada sonrisa el cielo
de sus miradas risueñas.
Las penas han quedado lejos
su libertad es eterna,
los secretos ya no existen,
las claves y contraseñas.
Todas viven, todas quieren,
todas saben lo que sueñan,
y sus sueños compartidos
han guardado en las maletas.
En el bus de vuelta a casa
sus nostalgias se entremezclan.
Otro viaje en el recuerdo:
memorable, dulce Cuenca.

viernes, 16 de marzo de 2012

El puente que volaba


No voy
a subir a ese puente a escribir nuestros nombres
-aunque haya trazado una letra
que amenaza con patalear furiosa-
en el rojo hierro y en la ardilla morada.
No voy
a decir verdades, solo mentiras verosímiles,
y ya mi sombra se suicida sucesivamente
y por enésima vez, desde el puente de alas,
con el paracaídas de mis ensoñaciones.
No voy
a ver florecer los cerezos esta primavera
aunque tenga las manos hambrientas
de pétalos infértiles de género no marcado
y sonrisa asfixiada.
No voy
a eyacular versos que mueran en el aire
sino a comprimirlos dentro de una fotografía
instánea-mente- eterna
porque sé que Cuenca los escuchará encantada.

viernes, 9 de marzo de 2012

El infierno

Me estoy cociendo. Mi habitación es una olla express y me estoy cociendo; me voy desintegrando poco a poco, esparciendo hasta cambiar de estado, hasta tornarme en un líquido espeso a expensas de este sol insufrible de marzo.
Recupero mi cuerpo completamente, pero me falta algo: las manos.
Me miro una y otra vez, y nada, al final de los brazos no hay nada, ni siquiera un triste muñón.
Solo una prolongación de piel fea y obscena, sin fin.
Y ahora qué. Cómo hago para morderme las uñas si no tengo uñas porque no tengo dedos que estén pegados a unos nudillos que a su vez estén adheridos a una mano. A dos, en concreto.
Y ahora qué hago si cuando estoy nerviosa me muerdo las uñas o me muerdo los labios. Intento hincar los incisivos superiores y colmillos en el labio inferior, pero algo me impide morderme el labio, hacer brotar la sangre que fluye, que no deja de fluir. Invisiblemente.
Y es que no tengo labios; y si no tengo labios es que tampoco se dibuja el perfil de mi boca.
Qué pasa ahora, no entiendo por qué la boca me sabe a espárragos si no existe, si no es. ¿Cómo paladear lo que no es? Intento comprobar si es verdad que mi cara está incompleta, si me falta la nariz, o los ojos, o las orejas. No, los ojos están porque todavía puedo ver.
¿Será audaz atreverse a oler, escuchar? Intento comprobarlo y mi intento es en vano. ¿Si no tengo manos con qué voy a comprobarme?
Y ahora qué hago, qué invento. Si cuando estoy nerviosa me muerdo las uñas o los labios o grito, simplemente. Pero nada de esto es posible sin voz ni tacto.
Me empapo de mí, y grito para adentro, con voz diurna, quejosa, mustia, rancia. Grito y mi aullido resuena en el estómago, que todavía conservo intacto pese a las mutilaciones.
Entonces, me olvido de la habitación que me oprime, del olor a sudor, a libros, a mentiras, y trato de escribir lo que siento. Pero no puedo porque necesito mi voz para crear vida y mis manos para transcribirla. Y punto.
Porque todo lo que soy y lo que he sido y lo que tal vez sea a posteriori, porque mi fuerza secreta, el río que fluye manso y se derrite en mí, hacia mí, por mis adentros, se llama corriente.
Y no es una corriente sanguínea, sino esencialmente literaria...

miércoles, 7 de marzo de 2012

De por qué nunca me gustaron las matemáticas

Dos cuerpos redondos y desnudos
en el rectángulo blanco
de una sola sábana.

Dos formas geométricas puras
con los ángulos rozándose
y las aristas mezcladas.

Dos casos aislados
de trazado imperfecto
sin teorema de Pitágoras.

Nuestros yoes, nuestros egos,
la longitud de los catetos,
la hipotenusa bastarda.

Dos poliedros solamente.
Piezas lógicas sin sueños,
sin sentimientos, sin almas.

No existe fórmula numérica
que pueda someter a la palabra.