sábado, 28 de abril de 2012

Fraticidio


Dos rosas me miran desde las alturas
de un jarrón, musitando
quejas desesperadas.
Sus pétalos están temblando
como una hoja carcomida
de inclemente pulgón
y ya ni siquiera pincha
su cuerpecillo de espinas.
La más bonita se ha derretido
sobre mi mesa, y os prometo
que ha llorado diminutas semillas
de polvo de estrellas. La otra
duerme apoyada en su hombro
-parece pequeña y frágil
en su hábito blanco de novicia-
como si nunca hubiese probado
la savia bruta del tronco atroz.
Sueña, y sus sueños no huelen
a perfume de rosas sino a lavanda
laureles, semen, espliego.
Se retuerce en sus hojas, gime
y su lengua asoma de dentro afuera
-caduco el polen trasnochado-
que le hace vomitar y luego ahogarse
en el mismo jarrón donde
otra rosa marchita
comienza a florecer poco a poco
absorbiendo el impulso vital
de la hermana más débil.

Las flores, como las personas,
llevan el veneno en las raíces.



jueves, 26 de abril de 2012

Agua: 0

No cae de forma paralela
ni perpendicular
esta llovizna injusta
sobre los adoquines
sino oblicuamente y sin tregua
empapando
todos tus seudónimos.
-Creo- que tienes rizadas las ideas
bajo ese pelo como la copa
de un chopo.
-Quiero- doblegar los pensamientos
ya encrespados
de humedad-es
y otras reminiscencias.
-Sé- que son lisas las crines
del potro joven,
no las del caballo viejo
amante carga inútil.
-Tengo- el pelo ondulante,
que no ondulado,
y todo lo que roza
desata el oleaje furibundo
que yace dormido
con un ojo entreabierto
en estos días de abril
donde el llanto no es perpendicular
ni paralelo
sino oblicuo
-Tú ya lo sabes-
Llantos sin lágrimas
son-
risas enfermas

miércoles, 25 de abril de 2012

Mis adentros

Un corazón dentro de un violín dentro de un ataúd
un ataúd dentro de un corazón dentro de un violín
el violín dentro del ataúd dentro
del corazón
dentro
 de mí
(...)

lunes, 23 de abril de 2012

La intrusa

A mi vecina del piso de arriba
Llegaste sin avisar
 y pasaste
sin haber llamado a la puerta
-Qué maleducada eres
 no sé cómo tienes la
 cara de venir a estas horas...
Que sepas -y no te lo digo con cariño-
 que no pienso escuchar
tu absurdo retitín
y las quejas posteriores
Que no soporto que me provoques
ganas de esto
y de lo otro y que
 encima
-para más inri-
te comas las provisiones de mi nevera-

(...)
-Pero...¿qué?
¿Ahora vas a callarte?
¿Ni siquiera balbuceas
una mísera rima?
No me lo creo, después de tantos
 años juntas
y que ahora me hagas esto...
a mí!
Habla, por dios, di algo...
...lo que sea
No me dejes así:
desnuda
sonámbula
tan sola y a oscuras
en medio de la
cama
bramando vociferando incluso
a mitad del parto doloroso
de este cabezón hijo mío
-lloroso poema
sin bautizar todavía-

sábado, 21 de abril de 2012

La soledad o el sudor

Como los pulgones verdes se aferran a la rosa rosa
así me aferro yo a tus ojos, y en ellos permanezco
aunque abras y cierres mucho las pupilas.
Desde que estás sin estar yo no sé ser y parezco
verbo copulativo sin atributo alcanzable,
ridícula parte que no encontrase su sitio del todo,
violín sin cuerdas maullando en la noche de agua.
Mi rostro no llueve, no graniza, no nieva
pero tiene un tinte oscuro como una nube grande
y se refleja en el charco con tal insistencia
que me dan ganas de pulsar en el lugar consabido
y dejarme abrazar por la autodestrucción...
(...)
En la sima espectral de mis palpitantes abismos
desembocan de la mano placer y dolor,
y acudo a la risa, y mi carcajada es plena,
el gemido desgarra y el jadeo asfixia
y todo lo que rozan mis dedos
no huele a sexo sino a soledad.

jueves, 19 de abril de 2012

Mujer de perfil leyendo un libro



Derramada la luz sobre el vestido
sales de tu cuerpo y te revuelves
en torbellino inexplicable que pudiera
romper cadenas, quebrantar leyes.
Te yergues en postura tan soberbia
que enloquecido el libro en tu regazo
volaría a tus labios pajareramente
y de un zarpazo atraparía con violencia
la lengua que a los hombres aborrece.
Perfil augusto, estatua inaccesible
de iracunda mirada huracanada
que devora lujuriosa las portadas
y chupa con fruición los contenidos,
ya sabes que eres y serás hermosa
mientras el aleteo de tus párpados corrompa
la lluvia que resbala blandamente
sobre tus manos suaves, sosteniendo un libro.

martes, 17 de abril de 2012

Pellizcos al olvido o mis muertes consecutivas


¿Ella?
(No la anuncian. No llegán aún.)
(Rubén Darío)

Tan sólo nombres, nombres masculinos


garabateados en un papel cualquiera,


blanco, cuadriculado y arrancado


de cuajo


 puede que


sobreviviéndome


o tal vez sobreviviéndonos, a ellos o a mí:


de ningún modo a ambos.


No sé quiénes sois, nombres de voz ronca


y fauces abiertas,


no sé si seréis con los años los mismos


niños y adolescentes


 y adultos y ancianos


no sé si voy a recordaros en vuestros labios


o en la cobardía por no estar


 ni aquí ni ahora


leyendo vuestras iniciales con ojos trémulos,


truculentos o tranquilizantes.


No es triste y sin embargo es ácido


olvidar las palabras gongorinas


de Javier


 en pleno vuelo


volver a los ojos de Diego


aterrizando


                en la pista equivocada,


como la ciudad de Carlos,


 y sus tangos


invisibles, a los ojos de un niño de diecinueve,


Fernando, pequeño ópalo crecido,


mirada de lobo penetrante,


Quique nunca dejó de ser mi mejor


amigo en el recreo,


de verdad,


y jugábamos por aquel entonces


a imaginar lo prohibido;


recrearte, Alex,


sueño de una noche de verano,


rosa blanca, mar y cielo, tormento


 en las dudas con Juan y sus camisas


 de botones saltarines


y su pasión medida, como desmedida fue la de


Sergio con sus versos voraces de vete pero


                vuelve pronto, y tarde o temprano


esto va a terminarse y la lista dejará de tener


 nombres propios


o los propios nombres comenzarán a repetirse uno


detrás de otro, sin fin, cansados


 de sí mismos y del olvido


al que se ven condenados.


Porque olvidamos


 sí, olvidamos


 de golpe y porrazo cuando


aparece una luz más blanca y menos pura,


olvidamos


porque no queda más remedio,


                porque alguien se dedica


 a borrar nuestras vidas


cuando nos quedamos dormidos.


Este traficante de sueños es bien conocido


 por todos


los hombres por todos


los pueblos y todas las razas,


esta traficante sinuosa que no deja huella


tiene tantos nombres imposibles que no seré


yo quien desvele su no apellido


en múltiples lenguas.


Tan sólo diré


que huele a nardos, sabe a hielo y


                viste de luto aunque brinde con champán


en las noches de nuestros


futuros y sucesivos entierros.



lunes, 16 de abril de 2012

Siempre la luz

Enciendes mi lamparita de noche y apago
los ojos para no mirar más de frente al día
que ya va perdiendo su olor entre mis dientes
que repaso con la lengua mientras me llega
el sabor a chocolate del último capricho.
Caprichoso el azar, y los mortales, y sus des-
iguales vidas que pueden ser más o menos locas
o fantasiosas o aburridas siempre que sean cons-
cientes de que el segundero no se detiene nunca
en su absurdo trayecto esférico medido.
Me da pavor el sonido, las agujas taladran mis
orificios nasales y te juro que si pudiera
me convertiría en número para cambiar de sitio
y confundir sus férreos esquemas mentales.
La almohada oscilante se me rebela por dentro
y siento como se agita, echa a volar y ya mis ojos
solo distinguen plumas cayendo del tejado,
goteando sueños de infancia, y pesadillas de niña
miedosa, de esa niña sola enfrentándose a sus
monstruos interiores pero cara a cara.
"No mires debajo de la cama -me repito de nuevo-
no te muevas, no dejes un espacio de cielo
entre la cueva que forman edredón y sábanas.
No les tientes, no te quites el pijama aunque
estés asfixiándote, y sobre todo no apagues
la luz no apagues la luz no apagues
los ojos, niña, no cierres
los pensamientos,
que la imaginación es la única hada madrina
que puede convertir las carrozas en
calabazas y los príncipes
en paquidermos.

viernes, 13 de abril de 2012

Balbuceos bárbaros

Vientres vibran bravos bramidos
bruñidos en brocados de bruma visceral
balbucientes venenos babean viscosos
la vida veleidosa robusta o banal.
Bebidos los besos de las bocas vacuas
volvemos a vagar balcones oblicuos
viendo volar versos de vulvas avaras
bañadas en brisa de verdoso abanico.
Bárbaros lascivos bailando mis labios
bebés abandonados en barcos vikingos.

jueves, 12 de abril de 2012

La chica de las medias tintas


Por el color de sus medias podía adivinarse en cuestión de segundos su estado de ánimo. Los días tristes sus medias eran color gris; los alegres, de un tono encendido: rosa chicle o amarillo canario. El único problema era que Inés, la alocada incombustible y siempreviva Inés, también tenía derecho a ponerse pantalones.
¿Qué sucedía entonces? Pues que esos días, esos funestos y caóticos días, la gente que la rodeaba se veía inmersa en un estado apoteósico de confusión y malestar creciente. Y es que cuando Inés sacaba a pasear sus piernas enfundadas en lycra o nylon, fuera este tejido del color que fuera, ponía en marcha un misterioso mecanismo con el cual era capaz de ajustar los engranajes ocultos de las cosas, y armonizar así el universo entero.
Ella no necesitaba chasquear los dedos; le bastaba con ponerse unas medias.
Por ejemplo, si cruzaba la clase con largas zancadas y el color de sus piernas era azul oscuro, amenazaba tormenta, pero no sólo dentro de la misma clase, sino en un radio de varios kilómetros a la redonda. Si por el contrario sus rodillas brincaban bajo un estampado de rayas multicolores harto inverosímil, lo mejor que se podía hacer era contar una retahíla de chistes para despertar sus risas, o invitarla a cervezas.
Con las medias de rejilla había que tener cuidado: todo podía suceder. Precisamente, el día que se terminó el mundo, Inés iba de camino a una fiesta, y llevaba puestas unas medias de encaje. Todo habría sido perfecto de no ser por aquel hilo que sobresalía y que no tardó en ceder a un roce, y provocar lo que provocó: un agujero enorme que se expandió hasta crecer y crecer, consiguiendo que el mundo se desinflase como un globo.

miércoles, 11 de abril de 2012

Primer boceto: la invención

A Eme
Apareces y aparecen tus pestañas
curvadas en un signo misterioso
-híbrido entre exclamación e interrogante-,
que disipa las dudas de mi lengua
y anticipa pensamientos perspicaces.
Apareces por la puerta o la ventana
como libélula onírica que sobrevolase
las flores viles, y al tiempo fuese creando
un paisaje luminoso donde
la luz no tuviese cabida
y el sol pareciese el garabato de un niño
en la pizarra gris de todas las escuelas
Apareces -creo- y desapareces
dejándonos tus brazos amarrados al cuerpo
y los besos pegados entre los dedos
del pie descalzo con que te vas
y si al fin te marchas, te persigue un sendero
trazado por la huella visible de las incógnitas
que dejas sin responder.
Tristes, buscarán consuelo en mis bolsillos.
Yo las iré dejando caer sobre el asfalto, y tristes
volverán a tus pestañas, como quien vuelve a su hogar
muchos inviernos después de haber envejecido.

lunes, 9 de abril de 2012

Radiografía de los sueños

                                                                

La sed vital es fluctuante
como fluctuantes son nuestros deseos
envueltos en pañales gigantescos
que no pueden contener todo lo inmundo
que es nuestra carne y sus desechos
-fósiles imperturbables del futuro
bajo la tierra y bajo los animales-.
Ansiamos lo que no poseemos,
mas ¿qué es poseer sino abarcar la nada
con bocas y labios entreabiertos?
No es tan surrealista el paradigma
repetido sin cesar en nuestros sueños
no es tan disparatada la manada
de ciervos que atraviesan el poema
con ritmos bailando entre sus cuernos.
Los cuerpos machacados por los años
los cuerpos putrefactos, los residuales cuerpos...
dime, ¿dónde los olvidamos, dónde perdurarán
si somos tantos cadáveres maquillados
haciendo cola en la taquilla del metro?
Estupideces como ésta, acuden cada noche
a entorpecer mis versos,
y entonces sólo me quedan dos opciones:
o bien compartirlos conmigo o
bien apretar el gatillo y apretarme

                                                      contra ellos.

sábado, 7 de abril de 2012

La torre de marfil

(Somnolencia ocasional y ojos entrecerrados. Se escucha de fondo un ronroneo intermitente de flamenco, y con cada nueva palmada, unos sorbos lentos del té caliente, aún en los vasos.) 
Dos de ellos juegan al oficio de ver pasar la vida mientras mueven obstinados las piezas de un viejo ajedrez, todo hecho de cristal. Una tercera les observa, con ojos felinos, desde un exquisito diván de cuero rojo, -que bien podría ser la colchoneta de una hamaca, mirada desde otra perspectiva-. Sus labios adquieren la redondez perfecta para aspirar una calada de tabaco, a todas luces invisible; y sus manos, olvidadas en el regazo, juegan con las sedas azules de su vestido vaporoso, donde no tiene cabida la imaginación. Sus piernas no están enfundadas en unas medias negras tupidas, y su ropa interior no es del H&M; no podría serlo, pues en ese rincón preciosista cada ínfimo detalle tiene valor. 
La dama de cortos cabellos rojizos inclina hacia atrás su rostro pétreo y desmayado, en un gracioso mohín silencioso, conteniendo la carcajada. Ya imagina pícaramente a sus dos amantes vestidos de cualquier manera, con gruesos jerseys de lana, y sus manos enfrascadas en la torre, el cabello, el alfil y el pezón, en la misma reina, que no es otra sino ella.. Mientras sus pensamientos se deslizan sin prisa, los jugadores siguen inmersos en el juego, completamente ajenos a estas perversidades.
 Son expertos, hiperbólicos rivales que piensan cada jugada durante mucho tiempo, por miedo a cometer un solo error. De vez en cuando, el de la izquierda atrapa su bombín, y lo hace girar sobre el dedo índice en un gesto de crispación; su compañero le lleva una ligerísima ventaja. El de la derecha, a su vez, sabe con tal certeza que va a ganar que entretiene su tiempo recitando algún que otro verso rubendariano, y mientras se atusa con cuidado bigote, roza con los ojos de vez en cuando a la joven de sedas, que yace aburrida en sin igual postura decadente.
(La melodía de fondo es sustituida por el gemido melancólico de un laúd. Las notas rasgan la templada noche, y un bostezo pedante procedente del distinguido caballero del bombín provoca el desenlace súbito del juego. Jaque mate.)
El ganador, sin poder disimular su regocijo y sin decir una sola palabra, se levanta de un saltito y cruza la sala para alcanzar su más preciado tesoro: el violín. Cualquier otro instrumento, ya fuese guitarra o armónica, habría desentonado en aquella sala espléndida. Dejándose llevar por su feroz instinto, improvisa al principio, y poco a poco va brotando un murmullo agradable que se apodera de sus conciencias y pensamientos. El laúd ha dejado de sonar, y hasta los tapices de colores -con dibujos geométricos, similares a los de ciertas alfombras árabes- que adornan las paredes, parecen estremecerse de gozo. 
Los rencores han quedado olvidados y, la dama, que ahora se halla en el centro de la sala, les sirve el té y sonríe, como ausente... Aquella atmósfera decadente le ha abierto el apetito. ¿Servirían manjares exóticos durante la cena?
Y es que, de repente, sin saber por qué ni cómo, le habían entrado unas ganas vergonzosas de comerse un bocadillo de jamón. 

lunes, 2 de abril de 2012

Balada de las noches nómadas


Jirones de silencio derramando
su aullido imperceptible en estas calles,
traficantes de naranjas atraviesan
la negra noche en nomadismo errante.
Pasos alados sin prisa
almas café y chocolate
extraterrestres azules
locuras versificables.
Y el bullicio de una Plaza Mayor
mente plagada de rufianes
que bajo la luna lunera
apuran el calor del mate.
No son vagabundos del todo
los de alma maleante,
tan sólo escritores bárbaros,
pero eso sí -desquiciantes-.