jueves, 26 de julio de 2012

Tercer boceto: forma y tonalidades


Intuyo tu pelo dormido sobre la almohada
cayendo en picado hacia labios
-sonrisa perenne-
calor y color en suaves pinceladas
No sé si sos vos o es la estrella que protege
todos los crímenes que tu cabeza trama
Pero mi mano tiembla si tu mano enmudece
y estamos acá juntas en el fin de mundo
tocando este cielo que huele a frío y a mar y a vida
Que lo miro al alba y balbucean mis ojos
de puro lindo que es de puro terrible de puro extraño
Eres tan morada Eme
Moradas tus calzas, tu pollera
morada en el alma
Que si desapareces me arrojaré por ese hueco de la escalera
-lugar propicio para morir o matar, quién sabe…
Duermes como si no hubiera un mañana y duermen
mis dedos sobre estas letras sucias
que te leeré más tarde cuando despiertes
-si es que despiertas, pequeña indestructible-
Al otro de la cortina rota nos espera
un abismo rugiente de libertad y sueños infinitos
hechos de pasta dura hechos de luz vivísima

Dormí un poquito nomás

jueves, 19 de julio de 2012

Nomeolvides

A Inés, porque una vez no es suficiente.

-¿Tenemos que despedirnos aquí? -dijiste, deteniéndote de pronto junto a un puesto de fundas de móvil, cerrado a esas horas, frente a los tornos del metro de Sol, donde todos los caminos se separan.
-Mucho me temo que sí. -respondí, cogiéndote de la mano. -Pero no pienses en eso: lo importante no es el lugar donde te despides, ni siquiera los desconocidos que estén mirando; sino que las personas que se despiden somos tú y yo, aquí y ahora...

Despedirse es una mierda. No hay palabra más acertada para describir ese momento de separación en el que el corazón se te rompe un poco. Crash. Plum. Trom.
De nada sirve mentalizarse, preparar con antelación las palabras que vas a decir cuando se produzca el último cruce de miradas. Nadie está hecho para soportar esa tensión, la de dejar ir a la persona querida, sobre todo cuando intuyes que pueda ser la última vez que la abrazas, la besas, y ves sus lágrimas caer.
Y para colmo todos decimos lo mismo, todos balbuceamos las mismas bobadas, burdas palabras de consuelo que no consiguen consolar: "ya verás como los meses pasan volando", "sabes que puedes seguir sin mí", "voy a escribirte todos los días" (en mi caso puede llegar a ser cierto), "cuando vuelvas todo va a ser, igual, no habrá cambiado nada, y seremos las mismas de siempre". 
Mentira. La persona que vuelve nunca es la misma persona que se va. Jamás. Ni por asomo. La vida nos vapulea, nos transforma continuamente; no sólo cambia nuestro corte de pelo o el color de nuestras gafas, sino la forma de mirar, de ver.
En las despedidas es inútil tratar de refrenar los tequieros. En esos instantes es cuando afloran más; se reproducen como por arte de magia, echan a rodar sin pudor alguno, y nos delatan. Y no solo eso, sino que además compiten a ver cuál puede más: "te quiero mucho", "y yo más", "no, yo más". Así hasta la extenuación, ya me entendéis.
En las despedidas también se puede comprobar cuál de los dos es el eslabón débil, aquel que tiende a descargar su peso en el hombro del otro, más fuerte y estable, capaz de quebrar el abrazo y sonreír fingidamente. Por mi parte, me incluyo en el primer grupo: soy una llorona irremediable. 
En las despedidas, ya se sabe, las sonrisas nunca son de verdad. Los labios se tuercen como intentando semejar una curva, se tropiezan a mitad, sin llegar a mostrar los dientes, y la sonrisa que muestran es tan triste que entristece, tan hermosa que estremece, tan frágil que dan ganas de gritar.
Hoy la tuya se me ha quedado grabada en la retina, Inesita.
Despedirme de ti ha sido un infierno.
Te quiero.
(...)
Y sí, más.

lunes, 16 de julio de 2012

Paisaje de verano con fondo de niños


Miradlos
Surgen en cada esquina al caer la tarde
No tendrán más de quince y ya se besan
en un trozo de hierba solitario
Juegan a poner morritos sensuales
Se rozan con torpeza y su lengua
apenas asoma entre los labios inexpertos
tan pueriles y lánguidos en ese abrazo
que jamás llega a estrecharse por vergüenza
Juegan a eso que ven en la tele
en un pacto mudo por acelerar el ritmo
y ser el primero en besar a la amiga de clase 
sin atreverse a posar su mano sobre los
pechos pequeños que lo reclaman a voces
Sus dedos reposarán en la mejilla
en una caricia lenta que preludia
la torpeza con que amarán a una mujer
dentro de mucho tiempo
despojada de todo y mojada con la saliva
de su boca todavía adolescente
-Melocotón en almíbar
Cereza sangrante
Boca titubeante que suspira
imaginándose hasta dónde
puede llegar el placer
teniendo quince años
y el verano entero en el bolsillo

domingo, 15 de julio de 2012

Síndrome de ausencia

La noche está quieta como si los árboles
       se hubiesen detenido
Acaba de parar un taxi en el portal
Me escuecen los ojos de las manos
Me lloran las yemas de los pies
         Tengo náuseas
Hace frío como para taparse y no
Porque luego el sudor detrás de la nuca
         descendiendo la espalda
          y calor
   Tem
         blo
              res
Solo un mensaje
       Palabras como espaldas
Espadas como ovarios
A las cinco de la madrugada
Me duele el pecho como si una bala
perforase mis órganos inevitables
Algo sangra en esta cama
Algo acaba de estornudar
-Jesús-

                       y no soy yo

jueves, 12 de julio de 2012

Pequeñas grandes cosas que voy a echar de menos

También a ti voy a echarte de menos, violinista anónimo de los ojos azules, que toca cada mañana en el pasillo interminable de Nuevos Ministerios.
Y a ti, biblioteca de barrio llena de rostros concentrados, y a los niños ruidosos del polideportivo, que emergen de improviso de las duchas de agua ardiendo para conquistar las hamacas sin patas.
Parece mentira pero voy a sentir nostalgia de la acera de la calle santa Hortensia, cubierta de hojas crujientes en otoño, de pólenes en primavera, y de cacas de perro en todas las estaciones del año.
Sin miedo a equivocarme sé que voy a detenerme en todas las fruterías buscando melocotones y cerezas familiares, y que no serán iguales las secciones de chocolate de los supermercados.
No sé si voy a soportar ese despertarme por las mañanas y no bajar ruidosamente las escaleras de caracol para tirarle del pelo a mi hermana y darle golpecitos en las mejillas hasta escuchar sus toscos gruñidos.
Y lo que es más importante: quién me va a poner de mala leche las noches de verano si habrá otros borrachos debajo de mi ventana. Quién.
Dónde encontraré un rincón como el parque Berlín, con esa nube de críos, y perros, con la imagen de tantas tardes de partidas de cartas, y derrotas suavizadas por la hierba.
Sé que voy a añorar el cielo contaminado de esta ciudad multitudinaria donde la gente me transmite un no sé qué de paz y de energía o desasosiego. Esta ciudad permanente que no se detiene nunca.
Me duele separarme del módulo IV de la facultad de filosofía y letras, de las excursiones a los baños-prostíbulo con las marujas, y las mañanas de café con leche o tercio en la rampa de entrada, donde siempre habrá alguna cara conocida por reconocer.
Qué tormento no poder cambiar de lugar los libros y los dibujos y las cajas y las millones de cosas que salpican mi estantería hasta que el orden se restaura y el caos queda dentro.
Ya he empezado a extrañar mi pequeña caja de música de la bailarina coja, que alberga en su interior las pruebas de los delitos amorosos que he cometido. Y los nombres de los asesinados.
No tengo ni idea de cómo voy a dormir sin la almohada viscoelástica, que no es una pijada, sino el invento idóneo para los dolores de cuello y los males de espalda.
Me va a dar pena incluso abandonar mi maldita impresora, voraz con el papel y siempre necesitada de cartuchos.
Voy a repasar las paradas de la línea 4 del metro para que no se me olviden, y a idear nuevas estrategias para coger sitio en Avenida de América.
Las tardes tranquilas de domingo volando sobre las dos ruedas de mi bici roja serán parte del pasado, por no mencionar las noches de borrachera prudente en Malasaña, que siempre terminan en Cibeles, esperando con las lentillas pegadas a los ojos y los dedos cruzados el N2, como si de un ángel de la guarda se tratase.
Me va a costar empezar a convivir con otros atracadores y otros locos y otras cucarachas.
Voy a echar mucho de menos caminar descalza junto a los escritores bárbaros.

miércoles, 11 de julio de 2012

Prólogo a una vida infinita

Dos sonrisas diciéndose hasta luego en la esquina
de un bar entre dos calles que podrían ser cualquiera.
Aquí es donde nuestros senderos se bifurcan, niño grande,
por fin, después de tanta despedida inacabada
después del lío de brazos y piernas que hemos sido
en este tiempo tan propicio a las sábanas
y a los orgasmos literarios.
Hoy me mudo de piel para que la tristeza
no sea capaz de estrangular mis alegrías
tan tontas y tan comprensibles, después de todo.

Todo ha pasado rápido, como cuando tu coche
y las curvas y las manos y los frenos rotos
o las tardes de vamos al parque pero cuidado
con el banco aquel que se mueve con la pura
inercia silenciosa de los cuerpos.
No me aprietes tanto la cintura, no me sostengas,
puedo seguir adelante y tú lo sabes;
aunque no hayamos llegado al primer capítulo,
esta historia de prólogos me ha inyectado
tanto placer en vena que necesito embeberme.

De vida y más vida tratará nuestra obra maestra
y la tinta va siendo tan oscura y tan negra
que nada se olvidará conforme las páginas
vayan pasando hasta llegar a su fin.
Prometo que mis ojos no estarán tristes,
que mi voz será firme cuando lea en voz alta,
que mi lengua y mis alas conservarán su aliento,
su inocencia salvaje, su corazón indómito,
la belleza del rubor cuando me aman.
.
Argentina no va a secuestrarme para siempre
sino a teñir mis canas de colores,
y mis caras de sonrisas imperfectas.

Huele a mojado, pero el cielo no estalla
en lágrimas porque esto no es una despedida.

Hasta luego, compañero, espérame puntual
en esta misma página que he doblado en la esquina,
para que nos acordemos del momento
en que interrumpimos la lectura,
antes de que descargase la tormenta
sobre nuestras cabezas
unidas.

martes, 3 de julio de 2012

Un sueño más o menos



Durante mucho tiempo esperó un milagro,
que el sueño que Talita iba a contarle por
la mañana fuese también el que él había soñado.
Solo una vez, sin que ella le diera la menor
importancia, soñaron sueños análogos.
(J.Cortázar; Rayuela)
He soñado que corríamos desnudos por un bosque
que corríamos sobre y a través de él
aunque el bosque no existía
porque era una playa de hierba
de color azul intenso o verde o turquesa
y las ramas de los árboles eran blandas y blancas
como la espuma enredada en nuestras piernas
He soñado que éramos niños en la
selva de la infancia condenados
a sacarnos la lengua desde lo alto de un sauce
llorón que no era como el de pocahontas pero casi
porque hablaba y su voz envejecida
iba llenando mi boca de cuentos y leyendas
que sólo podía entender si extendía las manos
dejándolas caer sobre sus arrugas
                         imperecederas
llenas de feminidad y ojos grandes

He soñado que te leía en voz baja un libro antiguo
donde no eran los personajes los que salían
de las páginas sino tú y yo quienes nos
adentrábamos en ese mundo de caballerías
                hasta ser sólo ficticios
Y no eras don Quijote en tu disfraz
tampoco yo era Dulcinea
pero sí había Rocinantes y molinos
ventas con fantasmas hospitalarios
y muchas muchísimas estrellas en la Mancha
He soñado que soñábamos sueños paralelos
que nuestra lengua era una sola
lengua y que los dientes servían
para morder y desgarrar y sepultar en el olvido
las pesadillas los malambrunos
              las derrotas los miedos

domingo, 1 de julio de 2012

Lo fatal, lo fugaz: lo fortuito

Desde que llegaste
las noches se estiran sobre sí mismas
y me hacen muecas desde
el otro lado de la cama
Desde que has llegado
dormir no entra dentro de mis hábitos
nocturnales y ya solo puedo zambullir mis labios
entre las desiguales páginas de un libro
de poemas y doblar las esquinas
como quien dobla un verano
y doscientos inviernos
Desde que sé que ibas a llegar, julio, mes maldito,
mi ropa ha ido refugiándose en los armarios
y el ventilador me hace más compañía
que los despertadores y las agujas del reloj
de la pared siempre pausado
Desde que llegas, julio, hasta que te vas
transcurren segundos maravillosos
y tu calor va a caer sobre mí
-los termómetros lo han pronosticado-
sobre esta que soy yo
inevitablemente
van a precipitarse tus mediodías lentos al sol
los breves atardeceres de mosquito
y golondrinas en el cielo
las noches de historias al desnudo
los precipicios de caricias
blancas y llenas de pecas
pero sobre todo, ahora que has llegado,
añorado mes de julio,
quiero que me abraces y que congeles
el poco tiempo que falta para que te marches
y regreses por vigésima vez.