sábado, 29 de enero de 2011

Éxtasis

Ahí, justo en la curva donde termina mi espalda, quiero que reposes tus labios hasta quedarte dormido. Ahí es donde nacen todos los sueños y mueren todas las esperanzas. Ahí, donde nunca habitará el olvido.
Y es que hoy quiero reinventar un recuerdo que no sabemos si es nuestro o se lo llevaron las nubes. -Esas nubes que ahora miro, temblorosas en el cielo, obstinadas en su negrura a hacer cabecear al sol e imponer su sonata triste de lluvia-.
Tal vez estábamos demasiado cansados, y estaba demasiado oscuro, y por eso.
De vez en cuando imaginaba tu boca asimétrica deslizándose sobre mi frente inquieta y febril, casi llorosa. Y es que mis ojos hacía no mucho tiempo habían estado inundados en lágrimas, y todavía conservaban intacta la huella húmeda de la salinidad imperfecta.
Mordiéndome los labios alejaba de mí cualquier preludio de un gemido. Pero eso no quería decir que mi pecho no se agitara, o que mis ojos no se abrieran de repente al sentir tu mano en la piel desnuda. Buscando... - ¿ay!- encontrando.
Y luego la vuelta a casa, escrutando mi reflejo en las ventanas de un vagón de metro: las pupilas desbordadas, las mejillas encendidas y el cabello alborotado, los hombros nerviosos y las caderas bamboleantes, las botas desatadas, los calcetines arrugados, la vida entre paréntesis.
(...)

miércoles, 26 de enero de 2011

Ojos solamente

Esos ojos acuciantes me están llamando a gritos. Caer en ellos es una locura; no hacerlo, un pecado.
Y es que no miran: atraviesan con pupilas lacerantes, provocadoras cuando se dilatan, asustadas al empequeñecerse. Se van y luego vuelven con premura, resplandecientes, endiabladamente profundas en su negrura insondable y retadora.
Se detienen durante unos segundos en mis ojos. Quizás demasiado tiempo. Quizás con suavidad o tal vez con dureza. Nunca dejan de ser fieras encarceladas que pugnan por salir de su diminuta jaula.
Con el tiempo, he aprendido a seguir su recorrido impaciente sobre mi rostro, sobre mis mejillas sonrojadas de súbito, inundadas de un placentero calor, sobre mis orgullosos pómulos, sobre la sombra angustiada de mis pestañas traviesas. Su paseo es tranquilo, imperceptible casi. Primero se deslizan tiernamente por encima de mi pelo, rozando la frente en un suspiro, cabeceando en la punta de mi nariz, cayendo en picado hacia las sienes, sin tocarme apenas. Y en la curva de mi cuello reposan al fin, más sosegadas, más enardecidas.
Cuando las pupilas se adormecen, los iris suspiran largamente y sonríen, como caramelos que se derriten muy poco a poco, dejando en los labios una dulzura impaciente, esperanzadora. Son ojos fantasmales, que no tienen piedad, que atacan a sangre fría por la espalda, que no desaparecen nunca del todo.
Son ojos que saben, pero que han aprendido también a olvidar. Son ojos que duelen, y en su dolor, consuelan. Son ojos que creen ser dueños del mundo cuando me miran fijamente.
Son ojos castaños, turbios, delirantes...

martes, 25 de enero de 2011

Jacques Brel: La chanson des vieux amants

Bien sûr, nous eûmes des orages
Vingt ans d'amour, c'est l'amour fol
Mille fois tu pris ton bagage
Mille fois je pris mon envol
Et chaque meuble se souvient
Dans cette chambre sans berceau
Des éclats des vieilles tempêtes
Plus rien ne ressemblait à rien
Tu avais perdu le goût de l'eau
Et moi celui de la conquête

Mais mon amour
Mon doux mon tendre mon merveilleux amour
De l'aube claire jusqu'à la fin du jour
Je t'aime encore tu sais je t'aime

Moi, je sais tous tes sortilèges
Tu sais tous mes envoûtements
Tu m'as gardé de piège en piège
Je t'ai perdue de temps en temps
Bien sûr tu pris quelques amants
Il fallait bien passer le temps
Il faut bien que le corps exulte
Et finalement finalement
Il nous fallut bien du talent
Pour être vieux sans être adultes

Oh, mon amour
Mon doux mon tendre mon merveilleux amour
De l'aube claire jusqu'à la fin du jour
Je t'aime encore, tu sais, je t'aime

Et plus le temps nous fait cortège
Et plus le temps nous fait tourment
Mais n'est-ce pas le pire piège
Que vivre en paix pour des amants
Bien sûr tu pleures un peu moins tôt
Je me déchire un peu plus tard
Nous protégeons moins nos mystères
On laisse moins faire le hasard
On se méfie du fil de l'eau
Mais c'est toujours la tendre guerre

Oh, mon amour...
Mon doux mon tendre mon merveilleux amour
De l'aube claire jusqu'à la fin du jour
Je t'aime encore tu sais je t'aime...

domingo, 23 de enero de 2011

Lecciones de vida: La espera

Hace tanto frío que me duele escribir. No siento las manos, ni siquiera la punta de los dedos. Pero escribo a pesar de todo, porque no deseo que mis palabras se las lleve el viento.
Tras mucho errar entre los elegantes árboles desnudos, tras muchos pasos perdidos y encontrados, he vuelto a llegar al mismo lugar de antes, donde esperaba encontrarte, aún sabiendo que no vendrías. Desde luego, no estaba sola. Allí, entre la multitud de parejas con niños ruidosos y alegres, entre los paseantes distraídos y los entusiasmados turistas, estabas de alguna forma tú.
Como si alguien me observara desde detrás de una cámara, he tomado asiento en los escalones, muy cerca del borde del lago, para que mis ojos se mezclasen con la profundidad de sus aguas turbulentas. Frente a mí, la orgullosa e impasible fuente emergía con el mismo ímpetu de siempre, hacia arriba, muy arriba, hasta tocar el cielo y hacerle cosquillas. Y mientras tanto, yo y mi soledad sentadas a la sombra del palacio de cristal, con la mirada taciturna buscando un rostro conocido.
Esperando, todavía.
Posiblemente, los minutos tictaquean en mi viejo reloj, pero no soy capaz de oírlos. Muy cerca, un solitario músico arranca acordes tristes de una meláncolica guitarra, y no puedo evitar que se me llenen los ojos de lágrimas al sentir como cada nota que se escapa de sus cuerdas penetra muy lentamente en mi corazón.
De repente escucho un chasquido, y multitud de palomas sobrevuelan mi cabeza, hasta posarse a mi alrededor, curiosas e impacientes, picoteando aquí y allá. Me pregunto si podrán sentir algo, además del hambre y la sed, de la necesidad de sobrevivir. -A veces también las personas somos un poco palomas, y vivimos por vivir, sin ilusiones-.
Segundos más tarde, un grupo de niños acude a espantarlas estrepitosamente, y todas emprenden el vuelo de nuevo, excepto una. Es la única paloma blanca entre todas, que ajena a las demás, se detiene frente a mí y me sostiene la mirada durante un breve instante. -Quizás sabe lo que estoy pensando, quizás puede comprenderme...-
Ese milagro me emociona, y sólo yo soy testigo de su belleza cuando extiende sus alas vaporosas y sobrevuela el estanque casi rozando el agua. Es hermosa, sin ser consciente de ello.
La melodía ahora ha adquirido un ritmo nuevo. Emana un alegre sonsonete que me recuerda a la música francesa. Tengo la certeza de que soy observada.
Quizás no estás tan lejos. Quizás incluso has captado ese instante de mi vida en una fotografía sin que yo lo sepa. Todo es posible en este mundo de locos disfrazados.
A veces pienso que yo también debo de estar algo loca, sentada aquí con este frío, convertida en una silenciosa estatua de hielo: el largo abrigo negro extendido sobre los escalones, las piernas levemente recogidas, una mano enguantada posada sobre la barbilla, la otra empuñando un bolígrafo, que de vez en cuando me llevo a los labios y mordisqueo, con cierta impaciencia. Los pies ateridos enfundados en las desgastadas botas, las rodillas temblorosas, los vaqueros pegados a los muslos, el grueso jersey abrazando mi cuerpo solitario. Los cabellos castaños que escapan rebeldes de una gorra marrón con vuelo, cuya visera protege mis ojos, a duras penas, y cubre la rojez antojadiza de mis orejas. De vez en cuando, se me escapa una reflexión absurda de los labios agrietados, que pronuncio en voz alta, con voz queda. La música es ya una dulce nana que me acuna, y querría permanecer allí para siempre. La espera se hace eterna.
Los rayos de sol colorean mis mejillas, y el aire gélido me embriaga. No puedo dejar de sonreír.
Entonces me gustaría no estar sola, sino disfrutar de la experiencia junto a alguien que me quiera. Pienso en esa persona especial, y su imagen acude a mí, sus brazos me rodean, me dan calor... me dan vida. Deseo más que nunca oír su voz. -Tendré que esperar hasta mañana.
Por fin puedo levantarme, la escarcha que me rodea se derrite, y vuelvo a emprender mi camino, a perderme en la soledad del Retiro, de su armonía y sus desequilibrios.
Hace frío, demasiado frío, pero en mi interior arde sin tregua la llama de la esperanza.
Tanto buscarte, para terminar encontrándome a mí misma...

viernes, 21 de enero de 2011

Ensueño al amanecer, viaje hacia ninguna parte...







Bosteza el sol en la mañana sobre los campos desnudos. Silenciosa pero insistentemente, un nuevo día despereza sus ojos entrecerrados, cansados, tercamente legañosos. La escarcha se derrite a duras penas entre temblores de pestañas. La noche ha sido hostil. - Y amanece, que no es poco-.

Amanece ante mis ojos meláncolicos, que se dejan arrastrar por una sucesión interminable de imágenes, que cada día se repiten, sin remedio. De pronto el tren acelera, dejando atrás viajeros desconocidos, con rostros desconocidos y corazones impacientes. Tal vez les vuelva a ver en algún momento de mi vida, tal vez no: frente a mí, unos insistentes ojos negros, entre tímidos y curiosos, me miran de perfil, se revuelven, se esconden y por fin se lanzan a un duelo absurdo por vencer a los míos. -Es inútil siquiera intentarlo: los ojos azules encadenan-.

Un poco más lejos, una sonrisa amarga se dibuja en un rostro opaco y gris, que apenas se refleja en el cristal, como si de la sombra de un fantasma se tratara. A su lado, resplandece una solitaria mujer, elegante y altiva, que se tambalea sobre sus tacones, demasiado altos. Junto a la ventana, un hombre extraño frunce los labios con enfado mientras lee el periódico, ese periódico que luego dejará abandonado en el asiento, y que inevitablemente, caerá en otras manos.

Me desconcierta el concierto de voces, ecos sonoros sin sentido; y las risas estridentes, y los silencios prolongados, y los amaneceres en el tren, a través de la ventana, que me inspiran con su belleza cuando nadie me está mirando. Esa belleza frágil, suspendida de un hilo... trasparente pero nítida, palpable y cálida, pero caprichosa.

Y es que a veces, me da pena que nadie contemple con estos ojos las primeras luces del día, las pinceladas dulces de la alborada, que sonrojan el cielo, tiñendo de naranjas la línea del horizonte, y susurrándome al mismo tiempo, versos desiguales que repito mentalmente hasta la extenuación.
Con los labios entreabiertos, cada día aprendo a resucitar de mis cenizas. Y es que, desde el tren, todo pasa más deprisa, incluso la vida, pero el tiempo se inmortaliza.

Los paisajes, como estampas, se quedan grabados en mi memoria: no necesito fotografías.
Los minutos se consumen, el tren se detiene, y todo vuelve a la normalidad. Entonces, justo antes de pisar el andén, mis pies vacilan; y me gustaría no bajar nunca del tren, y emprender un viaje, a cualquier destino que no sea mentira. "Un viaje hacia ninguna parte, donde tal vez exista la poesía..."


















martes, 18 de enero de 2011

"El amor existe, pero no sé donde lo aprendí..."

...
-¿Tú crees que el amor existe? -susurró él de repente, a media voz, sin separar todavía los labios de los suyos.
-No lo creo, lo sé. -murmuró ella tras un instante de vacilación, levantando la mirada hasta que sus ojos se encontraron, por fin. -Incluso, me atrevería a decir que es lo único en esta vida por lo que merece la pena luchar...
-¿Luchar? ¿O quizás defenderse? -añadió él, con una pizca de cobardía en los ojos.
-Por supuesto que no, -le corrigió ella a su vez, con una mueca de desdén en los labios. -No tienes que defenderte del amor porque no es una agresión; es más bien, una suerte de milagro...
-¿Un milagro es algo que te esclaviza eternamente? ¿Un milagro es depender de alguien durante el resto de tus días...? -inquirió, algo confuso.
Ella permaneció unos minutos en silencio, jugueteando distraídamente con las puntas despeinadas de su pelo, tarareando interiormente una canción conocida, que se escuchaba a lo lejos ininterrumpidamente, como si algún vecino se hubiese dejado encendida la radio por descuido.
- Es un milagro saber que estás aquí, a mi lado; y saber que si me marcho en este preciso momento, estarás aquí cuando regrese, ya sea esta noche, mañana, o tal vez dentro de cien años.... esperándome siempre.
Él esbozó una media sonrisa, y la besó de nuevo, esta vez, muy intensamente.
-No sé si podré esperar tanto.

sábado, 15 de enero de 2011

Retrato de los amantes fantasmas

Hoy han ido al cine para no perder la rutina de los domingos por la tarde, esos domingos invernales siempre lluviosos, siempre bajo un paraguas demasiado pequeño para cubrirlos a los dos, siempre las prisas, la urgencia del deseo reflejado en el espejo tembloroso de los charcos olvidados.
Por eso cuando ya están empapados, permanecen abrazados para sentir la humedad más adentro. Tan honda que acaricia la piel.
Repito, la intempestiva tormenta les ha obligado a cobijarse en un portal desconocido, que al borde de la acera promete mil delirios, mil atrocidades amorosas. Por casualidad la puerta está abierta y pueden buscar un lugar más propicio. Bajo las escaleras hay un cuarto oscuro.
Fuera sigue lloviendo.
Como cada domingo, buscan el calor viciado de los bares abandonados, y se abandonan mutuamente. Nadan entre besos con sabor a cerveza. Nunca saben igual.
Sienten la mirada del camarero fija en sus manos, en sus gemidos cada vez más lánguidos, y por fin se lanzan a la seguridad recelosa de un baño maloliente, cuyo espejo medio roto distorsiona la imagen de sus cuerpos sedientos, voraces. Las pupilas dilatadas hablan un lenguaje propio, quizá inventado.
Llueve y es domingo. Así que lo único que pueden hacer es perderse por las solitarias calles de Madrid, esos serpenteantes callejones empedrados que nadie conoce, excepto los borrachos, sabios nocturnos tercamente obstinados. Caminan a trompicones agarrados del brazo y sus risas estrepitosas resuenan como un eco perturbador sobre los escaparates vacíos. Queda la noche.
En esta cita acostumbrada, ambos desean una sóla cosa. Subir apresuradamente las escaleras de un edificio conocido, llegar al tercer piso ya temblando, con el corazón desatado en el pecho y la llave nerviosa en la cerradura que parece no querer ceder a sus deseos. El crujir de la puerta y el olor de un apartamento antiguo donde el polvo se acumula sobre el cuerpo rígido de los muebles.
Nada de eso importa demasiado.
Llegan a la diminuta habitación donde les espera una cama estrecha, solitaria, que se agita renqueante bajo el peso excesivo de los cuerpos entrelazados que se convulsionan espasmódicos, sin sentir nada.
Tiembla la luz de la lámpara, y finalmente se apaga.
Todo es silencio en medio de la noche. La lluvia no deja de golpear caprichosamente los cristales, con furia, casi con rabia...
-Menos mal que todavía es sábado y nunca llegará mañana-.

miércoles, 12 de enero de 2011

Romance vulnerable


Nunca unos ojos pudieron,
vencerme en una batalla:
esa en la que dos miradas
se tocan, besan y abrazan.
Nunca unas manos blandieron,
tales persuasivas armas,
que con su filo certero
mi corazón ya traspasan.
Nunca unos versos tocaron
tan hondamente mi alma,
con ese rumor tan suave
de arroyo, viento y cascada.
Nunca hubiera imaginado
tener tu vida enjaulada,
ser sólamente palabras
por tu pluma inventadas.

Nunca me prohibí en silencio
mantenerme siempre callada:
hoy mi voz es un romance
que empieza, pero no acaba...

sábado, 8 de enero de 2011

Cartas que no quieren ser olvidadas: un romance imposible.

Lunes, 24 de octubre;
Querida niña:

Siento la necesidad de enviarte esta carta porque, si me quedo callado mucho más tiempo, perderé la razón.
Si te soy sincero, no sé ni por dónde empezar.
Cada día que pasa, se me hace más difícil ignorar tus sentimientos, sobre todo cuando me miras fijamente, con esos ojos azules tuyos llenos de amor y melancolía. Es cierto que tu mirada serena se me ha clavado en el alma y ya no soy capaz de borrarla ni de vivir sin ella. Simplemente, te echo de menos. Al principio, pensé que una relación entre nosotros resultaría imposible, además de peligrosa. Nunca he querido aprovecharme de tu sincera lealtad, y por eso, he preferido mantener las distancias aunque fuera un suicidio. Te escribo esta carta porque hace ya un mes que no vienes a clase, y cada día que pasa me siento más y más perdido.
Nadie sabe nada de ti; has desaparecido sin dejar rastro.
Debo admitir, que tu ausencia me duele, y siento como si me faltase una parte vital del cuerpo, como si me hubiesen arrebatado cruelmente una pieza importante en el rompecabezas de mi vida.
En este momento, todo gira en torno a ti.Por favor, vuelve, aunque solo sea porque te lo estoy pidiendo a gritos...
Tuyo; J.R.








Jueves, 27 de octubre;
Adorada mía:

El desorden que tu nombre provoca en mi se asemeja a la intensa y desesperante necesidad de estar a tu lado. Me conformaría con que, al llegar a clase, tú estuvieses ahí, en tu sitio junto a la ventana, mirando distraídamente a través de ella, fingiendo que no te importo, aunque en realidad, un torbellino de emociones te empujen a devolverme una tímida sonrisa. Tu presencia me devolvería las ganas de seguir adelante, y tu mirada apasionada, me llevaría al más profundo abismo.
Me dijiste que vivías por todos y cada uno de los momentos que hemos pasado juntos; ahora soy yo el que debo admitir que me es imposible vivir sin escuchar tu voz entrecortada, pidiéndome en silencio una mirada intensa y fugaz. Añoro aquella ingenuidad que me hacia feliz; siempre estabas ahí, siempre, y nunca me fallaste, jamás.
Ahora comprendo lo que es la soledad. La soledad es esto: sentarte una tarde de domingo en el sillón, comenzar a leer una novela, y darte cuenta, de que no tiene sentido; no, he de admitirlo, si no estás aquí, nada tiene sentido. Para rellenar tu ausencia, he comenzado a escribir sobre ti, sobre mí, sobre nosotros dos y lo que debería haber pasado.
Cuando nos imagino juntos, pienso en una pareja que depende totalmente uno del otro, que se comprende, que se necesita, y ante todo, que se ama. Si; soy un hipócrita, lo siento. Pero acabo de empezar a comprender que lo que siento no es un simple afecto cariñoso de un profesor por su alumna, sino algo mucho más serio que todo eso.
Mira; en mi vida ha habido otras mujeres, sin rostro, sin nombre, las cuales no recuerdo porque no dejaron una huella en mi. Sin embargo, tú has sido capaz, con tu inocencia y tu pasión adolescente, de convertirte en el recuerdo más sólido de toda mi vida.
Aún tengo la esperanza de que no me odies, porque seria una muerte segura para mí.
Te necesita; J.R.

Sábado, 29 de octubre,
A mi amor imposible:

Como comprenderás, toda una semana sin recibir una respuesta tuya está empezando a preocuparme. Estaba seguro de que eras lo suficientemente fuerte como para aceptar la realidad y volver a clase, pero ya veo que me he equivocado. Creo que ya sé lo que sucede.
Ahora que por fin, descubro mí desorbitado amor por ti, tú ya no puedes corresponderme. Si es así, lo entenderé, porque nadie más que yo en este mundo te ha hecho sufrir tanto, y merezco, como mínimo, pasar por lo mismo. Al contrario que tú, yo no pienso perder la esperanza en ningún momento, y como verás, voy a estar siempre aquí, esperándote, deseando que surja de nuevo esa pasión tan increíble que nos ha unido casi desde el principio.
Te quiero, y me atrevería a decir, que más incluso de lo que me querías tú a mí antes de que perdiese tu rastro. Necesito pensar que estás a salvo, en tu casa, ajena a todo y a todos, aunque me hayas olvidado, pero, que al menos, estés viva.
No hay nada que desee más que abrazarte, darte un beso, completarte, darte todo lo que no he sido capaz de ofrecerte a lo largo de estos interminables meses. Deseo tenerte más que cualquier otra cosa, y por encima de todo, te prometo que cuidaría de ti y de tu fantasiosa y adorable cabeza loca. Una vez admitiste que siempre andabas perdida en las nubes, y que, quizás, deberías intentar caminar con los pies en la tierra, como el resto del mundo. Sin embargo, puedo jurarte, que eso es lo que mas admiro de ti: tu capacidad para ascender al cielo y confundirte con los ángeles.
No puedo creer que esté llorando, precisamente yo, que nunca he sentido debilidad por nada. Si esto no acaba pronto, me hundiré en el abismo, y nadie podrá rescatarme, excepto tú, mi vida.
No te olvida; J.R.