sábado, 19 de noviembre de 2011

Estideces de mi vida






Tras la cortina de lágrimas

el universo entero se vuelve abstracto:

palpitan las pupilas en el lago,

escuecen las mejillas con rabia

y las gotitas se deslizan sin prisa

nariz abajo, mentón, barbilla y nada.


Te veo en todos tus regalos,

en los osos-llavero, en los atrapasueños

en las gafas de ver-la-vida,

en las botas que te compraste

y luego no te gustaron.

Te veo en los gatos abandonados

en el chocolate milka,

en el suchard, en los kinder bueno

y en el envoltorio rojo del bombón

que aún no he probado.

Te veo en las fotos del verano pasado

y todos los anteriores,

haciendo muecas simiescas,

posando sin gracia alguna

-siempre fuiste demasiado natural

para esa clase de formalismos-.

Te veo embarazada de croquetas

y llorando con la lengua fuera

al haber caído en la trampa

de los pimientos del padrón;

te veo en la cama de al lado

silenciosa ruge-estómagos

y sé que estarás callada

hasta que te quedes dormida,

porque no te gustan las confesiones

con legañas en los ojos,

así que charlamos en sueños

para que nadie nos diga

que no somos las mejores

amigas de cuantas existen

en este planeta: tierra

pisada por un pie del 40

que guía mis amaneceres.






viernes, 18 de noviembre de 2011

Meditacciones






A veces pienso que si pudiera


me sacaría el corazón del pecho


y lo pondría a secar al sol


sin pinzas en los extremos:


tal vez así se lo llevase este huracán


de nubes y hojas amarillas


que es mi vida y la tuya, y la suya,


y la de tantos, muchos otros...


esos que pasean su malestar por las calles


y en vez de recibir aplausos,


o palmaditas de apoyo en la espalda,


son perseguidos por aquellos


que dicen ser honrados ciudadanos


y llevan a sus hijos a la escuela


donde las víctimas trabajan.


-No tenemos miedo-


reza en todos sus pancartas,


y me lo creo:


porque tienen soles pintados a golpes


en sus brazos cansados,


porque tienen tantas estrellas en los ojos


que no pueden cerrarlos


y dejarse llevar por la riada

de insensatez y desvaríos


que exhiben los políticos en campaña.



Por eso, si pudiera hacerlo,


juro que dejaría el corazón tendido


a modo de sábana en la terraza,


para que todos admirasen


sus costuras mal hiladas y los agujeros


que el tiempo va horadando a cada paso


en su blanca superficie:


será que las heridas sangran


de manera muy queda y sosegada,


será que este país se despereza


con ojos resacosos


después de una larga borrachera


apenas percibida de unos pocos.


Volvamos a vivir y


volvamos a salir de la cama:


-vomitemos la verdad para quedarnos a gusto,


queridos españoles de a pie,


estupendos vagos.

miércoles, 16 de noviembre de 2011

La mirada fantasma

Te miras. Estás mirándote a ti mismo reflejado en el cristal de la ventanilla del tren.
No te miro. Pero estoy mirando tu yo reflejado en el mismo cristal de la misma ventanilla en el mismo tren.
Entonces sientes el asedio de mis ojos en los tuyos falsos, que parecen asomarse desde el otro lado del cristal. Y tu otro tú me devuelve una mirada intensa, teñida de nostalgia y de: "quiero salir de aquí y hacerte pedazos".
En ese momento parpadeo y el contacto visual se pierde un instante. Al abrir los ojos de nuevo, tu reflejo ha girado la cabeza hacia la derecha, y contempla absorto mi propio reflejo, del que hasta ahora no había sido consciente.
Veo nuestros reflejos mirándose de refilón y sin prisas.
-Haced algo! !Moveos!-quiero gritar. -Pero ellos no me escucharían, porque son solo reflejos, sombras proyectadas en la nada.
Los miro mirarse entre sí y sonrío. Yo no puedo hacer lo mismo que ellos, y les envidio, porque sé que si miro a la izquierda tu no estarás.
Estamos pasando un túnel. Y al final del todo está la luz: nuestra enemiga íntima.
Tu reflejo se desvanece por fin. El tren se detiene, la puerta se abre y nadie baja.
Eres un viajero sin destino que siempre está esperando la parada adecuada.

sábado, 12 de noviembre de 2011

Calles de acera inoxidable








Vas mendigando deseo por las calles,


calles mudas que hablan sin palabras,


calles que terminan en muros invisibles,


calles grises de luz asfaltada.


Madrid se vuelve opaca en sus matices,



la vida se concentra en un paraguas:


viajero irracional sin cicatrices,


milagro de color en la grisalla.


Todo tiene un olor a polvo seco,


por mucho que la acera esté mojada.


El sexo es quien os mira desde lejos:


ojos lascivos apuntan y disparan.



Los días grises de una sola nube


propician estos sucios intercambios:


tacón de aguja al pie de una farola,


palabras tabú en los diccionarios.

jueves, 3 de noviembre de 2011

Besos literarios I: La lucha de titanes

Toco tu boca, con un dedo toco el borde de tu boca, voy dibujándola como si saliera de mi mano, como si por primera vez tu boca se entreabriera, y me basta cerrar los ojos para deshacerlo todo y recomenzar, hago nacer cada vez la boca que deseo, la boca que mi mano elige y te dibuja en la cara, una boca elegida entre todas, con soberana libertad elegida por mí para dibujarla con mi mano por tu cara, y que por un azar que no busco comprender coincide exactamente con tu boca que sonríe por debajo de la que mi mano te dibuja.
Me miras, de cerca me miras, cada vez más de cerca y entonces jugamos al cíclope, nos miramos cada vez más de cerca y los ojos se agrandan, se acercan entre sí, se superponen y los cíclopes se miran, respirando confundidos, las bocas se encuentran y luchan tibiamente, mordiéndose con los labios, apoyando apenas la lengua en los dientes, jugando en sus recintos donde un aire pesado va y viene con un perfume viejo y un silencio. Entonces mi manos buscan hundirse en tu pelo, acariciar lentamente la profundidad de tu pelo mientras nos besamos como si tuviéramos la boca llena de flores o de peces, de movimientos vivos, de fragancia oscura. Y si nos mordemos el dolor es dulce, y si nos ahogamos en un breve y terrible absorber simultáneo del aliento, esa instantánea muerte es bella. Y hay una sola saliva y un solo sabor a fruta madura, y yo te siento temblar contra mí como una luna en el agua.

(Julio Cortázar; Rayuela)