sábado, 8 de enero de 2011

Cartas que no quieren ser olvidadas: un romance imposible.

Lunes, 24 de octubre;
Querida niña:

Siento la necesidad de enviarte esta carta porque, si me quedo callado mucho más tiempo, perderé la razón.
Si te soy sincero, no sé ni por dónde empezar.
Cada día que pasa, se me hace más difícil ignorar tus sentimientos, sobre todo cuando me miras fijamente, con esos ojos azules tuyos llenos de amor y melancolía. Es cierto que tu mirada serena se me ha clavado en el alma y ya no soy capaz de borrarla ni de vivir sin ella. Simplemente, te echo de menos. Al principio, pensé que una relación entre nosotros resultaría imposible, además de peligrosa. Nunca he querido aprovecharme de tu sincera lealtad, y por eso, he preferido mantener las distancias aunque fuera un suicidio. Te escribo esta carta porque hace ya un mes que no vienes a clase, y cada día que pasa me siento más y más perdido.
Nadie sabe nada de ti; has desaparecido sin dejar rastro.
Debo admitir, que tu ausencia me duele, y siento como si me faltase una parte vital del cuerpo, como si me hubiesen arrebatado cruelmente una pieza importante en el rompecabezas de mi vida.
En este momento, todo gira en torno a ti.Por favor, vuelve, aunque solo sea porque te lo estoy pidiendo a gritos...
Tuyo; J.R.








Jueves, 27 de octubre;
Adorada mía:

El desorden que tu nombre provoca en mi se asemeja a la intensa y desesperante necesidad de estar a tu lado. Me conformaría con que, al llegar a clase, tú estuvieses ahí, en tu sitio junto a la ventana, mirando distraídamente a través de ella, fingiendo que no te importo, aunque en realidad, un torbellino de emociones te empujen a devolverme una tímida sonrisa. Tu presencia me devolvería las ganas de seguir adelante, y tu mirada apasionada, me llevaría al más profundo abismo.
Me dijiste que vivías por todos y cada uno de los momentos que hemos pasado juntos; ahora soy yo el que debo admitir que me es imposible vivir sin escuchar tu voz entrecortada, pidiéndome en silencio una mirada intensa y fugaz. Añoro aquella ingenuidad que me hacia feliz; siempre estabas ahí, siempre, y nunca me fallaste, jamás.
Ahora comprendo lo que es la soledad. La soledad es esto: sentarte una tarde de domingo en el sillón, comenzar a leer una novela, y darte cuenta, de que no tiene sentido; no, he de admitirlo, si no estás aquí, nada tiene sentido. Para rellenar tu ausencia, he comenzado a escribir sobre ti, sobre mí, sobre nosotros dos y lo que debería haber pasado.
Cuando nos imagino juntos, pienso en una pareja que depende totalmente uno del otro, que se comprende, que se necesita, y ante todo, que se ama. Si; soy un hipócrita, lo siento. Pero acabo de empezar a comprender que lo que siento no es un simple afecto cariñoso de un profesor por su alumna, sino algo mucho más serio que todo eso.
Mira; en mi vida ha habido otras mujeres, sin rostro, sin nombre, las cuales no recuerdo porque no dejaron una huella en mi. Sin embargo, tú has sido capaz, con tu inocencia y tu pasión adolescente, de convertirte en el recuerdo más sólido de toda mi vida.
Aún tengo la esperanza de que no me odies, porque seria una muerte segura para mí.
Te necesita; J.R.

Sábado, 29 de octubre,
A mi amor imposible:

Como comprenderás, toda una semana sin recibir una respuesta tuya está empezando a preocuparme. Estaba seguro de que eras lo suficientemente fuerte como para aceptar la realidad y volver a clase, pero ya veo que me he equivocado. Creo que ya sé lo que sucede.
Ahora que por fin, descubro mí desorbitado amor por ti, tú ya no puedes corresponderme. Si es así, lo entenderé, porque nadie más que yo en este mundo te ha hecho sufrir tanto, y merezco, como mínimo, pasar por lo mismo. Al contrario que tú, yo no pienso perder la esperanza en ningún momento, y como verás, voy a estar siempre aquí, esperándote, deseando que surja de nuevo esa pasión tan increíble que nos ha unido casi desde el principio.
Te quiero, y me atrevería a decir, que más incluso de lo que me querías tú a mí antes de que perdiese tu rastro. Necesito pensar que estás a salvo, en tu casa, ajena a todo y a todos, aunque me hayas olvidado, pero, que al menos, estés viva.
No hay nada que desee más que abrazarte, darte un beso, completarte, darte todo lo que no he sido capaz de ofrecerte a lo largo de estos interminables meses. Deseo tenerte más que cualquier otra cosa, y por encima de todo, te prometo que cuidaría de ti y de tu fantasiosa y adorable cabeza loca. Una vez admitiste que siempre andabas perdida en las nubes, y que, quizás, deberías intentar caminar con los pies en la tierra, como el resto del mundo. Sin embargo, puedo jurarte, que eso es lo que mas admiro de ti: tu capacidad para ascender al cielo y confundirte con los ángeles.
No puedo creer que esté llorando, precisamente yo, que nunca he sentido debilidad por nada. Si esto no acaba pronto, me hundiré en el abismo, y nadie podrá rescatarme, excepto tú, mi vida.
No te olvida; J.R.

1 comentario:

  1. Lo difícil del género epistolar está en algunos momentos de estas cartas: hay que adoptar una perspectiva distinta a la propia, por ejemplo la masculina, la infantil...; y además hay que adoptar una perspectiva sentimental que también puede ser distinta. Imagínate que nunca has sido amante de las plantas y escribes como si estuvieras loco por la naturaleza. Imagínate que no has sentido nunca pasión y escribes como una apasionada.... y así sucesivamente. Ello exige capacidad expresiva. Y hay que andar con tiento para no romper la "propiedad" ni falsear el tono.
    Un beso

    ResponderEliminar