sábado, 30 de noviembre de 2013

compañeros del crimen

es la hora. entro a la noche en picado.
salgo del sueño y entro al taxi, a la noche. las puertas están abiertas.
dialogamos en murmullo onírico. hace unas horas no era hoy, no todavía. uf.
la alarma ha sonado tantas veces tan insistentemente que he decidido no escucharla.
traspasar la puerta de cristal para entrar en el blanco nocturno de luces de bingo y rostros sin nombre. y mi nombre, dónde mi nombre, qué hiciste de él mientras me desnudabas.
tú ahí quietecito. descansa, no temas por mí, sé caerme sola aunque luego no me levante. y el frío está pero no entre nosotros y las almohadas del delito.
me hago silencio y se quiebra un lente sólida. te estoy recordando muy líquidamente. mi cuerpo entrando en la noche entrando en un taxi mientras tus sueños blandos de pan bimbo.
se ha evaporado la camisa aquella y debo haberme dormido con un guante. los calcetines son absolutamente necesarios para mantenerse despierta. y el gen recesivo de los ojos azules. qué grandes son y los beso y los como. qué bien. qué hambre.
el automóvil ha entreabierto los ojos. veo tu pecho reflejado en la luna, las perversidades de Miller.
cerveza y chocolate. nata y cereza. queso el ventero. vidas sinestésicas en la cama doble de un hotel.
una ciudad que no es la que está detrás de la ventana pero podría serlo. una ciudad que es una línea de principio a fin. sombras chinescas. no enciendas la luz por si acaso.
una voz neutra de recepcionista cansado: señorita, ha llegado su taxi.
pero si yo no lo quería.
mis ojos cerrados se deslizan hacia el sueño, por entre el sueño. tiempo, no pasas por este rincón del mundo. te quiero. no tengo miedo de la noche. no tengo miedo de cometer el amor.
hagamos el crimen. otra vez.





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