domingo, 28 de abril de 2013

Buenosayres II

en cambio yo no te prometo nada
ni dinero, ni sexo, ni poesía
un yogur es lo más que podría ofrecerte
(Nicanor Parra)


Atardece de a poco en el parque Centenario. Los días se estiran con mate y bizcochitos agridulces, la noche se abre paso al ritmo de los tambores: es el ruidoso y alegre y festivo candombé. Se ríen los niños, mueven las piernas y los brazos, dejan que la música fluya a través de su cuerpo; nosotros intentamos no ser pisados.
Duele mirar los árboles que se reflejan en tus ojos. Son tan trepables ambos... y tan verdes. Dan ganas de subirse a ellos, pisar sus gigantescas raíces, saltar de rama en rama, arañarlos sin pudor y arrancarles unos pedacitos de corteza, y luego besarlos, abrazarlos, e incluso amarlos.
Si fuéramos árboles... -solías decir-, nuestras raíces estarían entremezcladas, y creceríamos a la par, unidos inevitablemente. Ahora rehago mis pasos para sentarme a la sombra de lo que podríamos haber sido. Ahora ya soy capaz de encontrarme con tu verdadero ser a los pies de la mujer-ángel. Ahora no temo mirar en el fondo sucio del estanque y verte con los ojos de mengana eterna, osada sobre todo.
Al igual que los patos  picotean la comida en los adoquines, yo descubro los sabores que me dejaste, el regusto a las tardes de domingo que parecen no terminarse nunca.

Un matecito es lo más que podías ofrecerme.
Cómo rechazarlo...



(Parque Centenario, Caballito, Buenos Aires)

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