domingo, 3 de junio de 2012

No creer

Quién me dijo a mí que pudiese doler
       tanto tiempo y tan agudo
el mismo resurgir de los tambores
la misma laxitud de los ensueños
     el testamento inacabado
        o los agujeros mal cosidos
del peluche amoroso
                           -perro viejo-.
Mis ojos han enfermado otra vez
   reducidos a sal y pimienta
Tengo una cosa aquí bajo el pecho
        que no funciona bien
            que está averiado
que no late como de costumbre y no sé
cómo reactivar sus impulsos de nuevo
Hay una lengua culebreando en mi garganta
  y no soporto los reptiles   no soporto las escamas
me está quemando su sangre y sólo quiero
            dormir de tirón sin preguntarme
     por nada.
Esta ponzoña es tan sutil que no me pertenece
   este aliento que apesta es más mío que nunca
       y me quiero vomitar a mí misma
           una arcada tras otra hasta retornar
              a la voz dulce de los dieciséis años
 cuando me pesaba el desamor como una losa
                                           mal encajada
                                           y lúgubre
                                        

-pero sincera
con todo-.

Estuve a punto de creer en el amor
 qué tonta.

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