sábado, 19 de mayo de 2012

Granizo

A cada grano de arena
su sombra al alba;
a cada vida
su nombre propio y su propio ajeno;
lo imposible de sí misma:
lo que los otros le han creado.
(Hugo Mujica)


Caen del cielo;
         desde el cielo aquel
 a nuestras pisadas de barro,
         que como balas de cañones
  ametrallan los adoquines y estallan
            entre tú y tú
entre tú y el paraguas y los espejos
             porque yo era charco para entonces
         -no pude evitarlo, lo siento-.

El granizo fue bautizando la calle
                              apresuradamente
y una niña de colores saltaba los afluentes
       de un río infatigable y denso
          como mis ojos -tal vez-
cuando estoy frente a un poeta    
                                   y ese poeta, ese
me sabe gritando y me sabe leyendo
              a Mujica al bajar la calle Alcalá
sin tropezar con ningún pie -propio o ajeno-
          caminar al borde del bordillo
ignorar el tráfico          el letargo imposible
                     de los coches
     cuando atardece en Madrid
               cuando mi ciudad
empieza a entrecerrar los ojos poco a poco
                       y me gusta, me enternece
detenerme a rozarla de perfil 
     acariciarle el pelo azul
        de nubes rizadas y pestañas blancas
porque ella es bonita a su manera
                         -pero solo a veces-
después de que haya pasado la tormenta.

Poesía es tener un monólogo
        con otra boca y otro perfume diferentes.




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