lunes, 13 de octubre de 2014

Ontología: caos

A J. 
No sé si recuerdas ese vestido
con el que me inventaste por aquel entonces.
Todo era presagio y ardentía,
vértigo en espiral, bramidos como espejos, 
y los poemas -nuestros poemas-,
senderos peligrosos entre mares.

Hoy he guardado el vestido en el último cajón del armario,
donde vive el pasado en formato humedad,
en formato súplica.
Allí la desnudez es mi equilibrio, el reloj
que enhebra las pestañas de mis horas,
sacude los peldaños agrietados. 

No sé vivir ordenadamente, ni escribir
ordenadamente; no sé amar para toda la vida.
Soy la carta en el buzón equivocado,
que siempre alcanza su destino.
Soy la que toca el piano como si fuera
un cuerpo desnudo y expectante,
y luego acaricia su cuerpo
como quien limpia un campo de batalla.

Por eso me niego a guardar el vestido
aunque ya no sea verano, aunque tus ojos
hayan dejado de inventarme.

Voy a ponérmelo siempre,
para sentirme viva,
para sentirte cerca,
para saberme caos.







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