viernes, 7 de marzo de 2014

Qué hacer con tu vida después de leer "Los pistoleros del eclipse" de Munir Hachemi


Querido diario:

Ayer releí la novela de Munir, Los pistoleros del eclipse, esa en la que tanto pistoleros como eclipses brillan por su ausencia. Eso no debiera extrañarnos, porque el autor, archiconocido por su fama de cuentista, no va a ser más facilón en este relato largo o novela corta. ¿No te he leído nada suyo? ¿En serio? Pues para que te hagas una idea: los cuentos de Munir son un mejunje de mentirijillas del tamaño de las obras completas de Borges y verdades disfrazadas de sueño. Se nota que Munir escribe pese a Bolaño. Ahora sí, sigo con lo que te estaba contando. Durante la segunda lectura de la obrita en cuestión (todo lo que escribe este sujeto es necesario leerlo como mínimo, un par de veces, al igual que las ficciones del argentino ciego antes mencionado) he sentido cosas por dentro que la primera vez no pude reconocer. Supongo que influyó el hecho de que estaba en una granja de camellos y alpacas en medio de la campiña francesa, o lo que es lo mismo, en un agujerito del vientre redondo del mundo.
Perdona mis digresiones, diario, ya sabes que siempre hablo más de la cuenta (y digo esto mientras sostengo el gajo de una naranja a escasos centímetros de mi boca). Creo que una de las claves de la obra es la advertencia que Munir (o el negro de Munir) hace al lector: “Todo parecido con la coincidencia es mera realidad”. Y sé que el autor nos está diciendo la verdad; aunque sí, ya sé que todos los escritores son unos mentirosos, ya lo sé, pero yo he entrado en un farmacity  (los que no sepáis lo que es, ya tenéis un buen motivo para leer el libro) y os puedo dar mi palabra de escritora de que no son un producto de la hiperrealidad. Existen. Buenos Aires está plagada de ellos. Y Buenos Aires o México DF son lugares por los cuales bien podría moverse Munir. Ya sabes, diario, que yo le conocí justo antes de partir para allá, y siempre me lo imaginé tomando mate en todas las esquinas… Pero volvamos al libro.
Vodafone sol. ¿No os gusta? Leed el libro.
Vale, vale, voy a intentar ser un poquito más crítica. Pero no mucho, que luego me salen arrugas en el entrecejo. Me abstendré de hablar de las relaciones entre poesía y droga en Los pistoleros del eclipse. Primeramente, porque no soy ninguna experta en la materia y podría escribir cualquier tontería, y en segundo lugar, porque no creo que eso sea lo más importante. Todos sabemos, en mayor o menor medida, que subirse a recitar es un palo, que acojona, vamos a decirlo claramente, así que es bastante común que aquel que se pone delante del micro, se haya “puesto” previamente, ingiriendo otras sustancias, o una mezcla explosiva de ellas. No les juzgo. Munir tampoco, pero en Los pistoleros no cuenta más que lo que hay. Pueden verificar estos datos en cualquier jam session semanal de poesía. Y punto.
¿A que no adivinas algo increíble? En el libro, Munir dialoga con un diario. ¡Como tú y yo! ¿No me crees? Pues te lo digo totalmente en serio. En realidad, yo creo que el boludo finge que va escribiendo en un diario todas las historias que le salen de la cabeza (porque la tiene bastante grandota, ahí caben muchas, muchísimas historias) como la del ciempiés o la del hombre que creía que al otro lado de la montaña vivía un hombre idéntico a él pero que no era él. O sí. Nunca lo sabremos. Probablemente, Munir tampoco. Pero tal vez Munir esté engañándonos. Tal vez el hilo conductor de la novela, ese jersey azul bárbaro y mágico, sea solo un engañabobos producto de la mente de un escritor genial. No lo sé. No me importa.
El caso es que G se marchó. Y lo de la Italiana, ojalá no sea verdad porque si no…
Otros dos detalles más sobre el libro que me han fascinado. Uno: ¿cómo puede intentar hacernos creer que existe una azotea maravillosa en la cima de un Corte Inglés a la que se puede acceder sin pagar? Y dos: a estas alturas de la noche, Munir debe saber que estoy escribiendo esto, pero no revelaré  de qué manera puede prever lo que todavía no ha sucedido. Me gustaría adelantarme a su innata capacidad para imaginar lo que vendrá, pero no sé si puedo hacerlo. De modo que, repito, no revelaré este secreto ni ningún otro, porque él lo cuenta mucho mejor que yo, él ha nacido para escribir esta novela, este libro desquiciante, este libro abismal.
Lo siento, diario, querría seguir escribiendo pero tengo mucho sueño. Te voy a prestar a un amigo, a ver qué te dice. Pero no vale hacer comparaciones. Ni que te guste más su letra. Pórtate bien. Tal vez algún día seas tú quien le susurre cosas a un gran escritor.

Así… Muy bien…Eso es.


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