Apareces y aparecen tus pestañasA Eme
curvadas en un signo misterioso
-híbrido entre exclamación e interrogante-,
que disipa las dudas de mi lengua
y anticipa pensamientos perspicaces.
Apareces por la puerta o la ventana
como libélula onírica que sobrevolase
las flores viles, y al tiempo fuese creando
un paisaje luminoso donde
la luz no tuviese cabida
y el sol pareciese el garabato de un niño
en la pizarra gris de todas las escuelas
Apareces -creo- y desapareces
dejándonos tus brazos amarrados al cuerpo
y los besos pegados entre los dedos
del pie descalzo con que te vas
y si al fin te marchas, te persigue un sendero
trazado por la huella visible de las incógnitas
que dejas sin responder.
Tristes, buscarán consuelo en mis bolsillos.
Yo las iré dejando caer sobre el asfalto, y tristes
volverán a tus pestañas, como quien vuelve a su hogar
muchos inviernos después de haber envejecido.
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