Como los pulgones verdes se aferran a la rosa rosa
así me aferro yo a tus ojos, y en ellos permanezco
aunque abras y cierres mucho las pupilas.
Desde que estás sin estar yo no sé ser y parezco
verbo copulativo sin atributo alcanzable,
ridícula parte que no encontrase su sitio del todo,
violín sin cuerdas maullando en la noche de agua.
Mi rostro no llueve, no graniza, no nieva
pero tiene un tinte oscuro como una nube grande
y se refleja en el charco con tal insistencia
que me dan ganas de pulsar en el lugar consabido
y dejarme abrazar por la autodestrucción...
(...)
En la sima espectral de mis palpitantes abismos
desembocan de la mano placer y dolor,
y acudo a la risa, y mi carcajada es plena,
el gemido desgarra y el jadeo asfixia
y todo lo que rozan mis dedos
no huele a sexo sino a soledad.
Y esto, esto me ha tocado los sentimientos.
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