Dos sonrisas diciéndose hasta luego en la esquina
de un bar entre dos calles que podrían ser cualquiera.
Aquí es donde nuestros senderos se bifurcan, niño grande,
por fin, después de tanta despedida inacabada
después del lío de brazos y piernas que hemos sido
en este tiempo tan propicio a las sábanas
y a los orgasmos literarios.
Hoy me mudo de piel para que la tristeza
no sea capaz de estrangular mis alegrías
tan tontas y tan comprensibles, después de todo.
Todo ha pasado rápido, como cuando tu coche
y las curvas y las manos y los frenos rotos
o las tardes de vamos al parque pero cuidado
con el banco aquel que se mueve con la pura
inercia silenciosa de los cuerpos.
No me aprietes tanto la cintura, no me sostengas,
puedo seguir adelante y tú lo sabes;
aunque no hayamos llegado al primer capítulo,
esta historia de prólogos me ha inyectado
tanto placer en vena que necesito embeberme.
De vida y más vida tratará nuestra obra maestra
y la tinta va siendo tan oscura y tan negra
que nada se olvidará conforme las páginas
vayan pasando hasta llegar a su fin.
Prometo que mis ojos no estarán tristes,
que mi voz será firme cuando lea en voz alta,
que mi lengua y mis alas conservarán su aliento,
su inocencia salvaje, su corazón indómito,
la belleza del rubor cuando me aman.
.
Argentina no va a secuestrarme para siempre
sino a teñir mis canas de colores,
y mis caras de sonrisas imperfectas.
Huele a mojado, pero el cielo no estalla
en lágrimas porque esto no es una despedida.
Hasta luego, compañero, espérame puntual
en esta misma página que he doblado en la esquina,
para que nos acordemos del momento
en que interrumpimos la lectura,
antes de que descargase la tormenta
sobre nuestras cabezas
unidas.
Gema,
ResponderEliminar¿Me autorizas a que me lleve este poema a mi blog? Me ha encantado!
Un beso!