domingo, 18 de marzo de 2012

Los fugitivos del miedo

Me miras como si
acabaras de despertar
de un sueño largo o de
una pesadilla.
No me reconoces al principio
y tus ojos van acostumbrándose
muy poco a poco
a la luz taciturna y temblorosa
que irradian los míos
en la penumbra del túnel.
Tenemos miedo aunque
no se nos note en la cara.
Las pupilas diminutas
nos desnudan
de todo infinito.
Quiero abrirlas y apresar
tus parpadeos tenues
como la noche
presuntuosa
que pasa sin darnos cuenta.
Voy a hablar más de lo previsto
y mi voz será un hilo
delgado
de confesiones inútiles
dispuestas a amordazarte.
No tengas miedo de mí
sino de nuestros
soles apagados hace varias lunas
un lunes de esos de biblioteca
y ojos pergamino.
Yo sí tengo miedo de mí:
loca irremediable
con tantos demonios
bailoteando dentro
que ni un cura sería capaz
de salvarme del fuego.
De hielo son tus manos
grandes
y de hierba tus ojos
primitivos
como las llanuras de la Pampa
donde ambos, sin saberlo,
hace mucho, tal vez demasiado tiempo,
nacimos.

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