Quién me dijo a mí que pudiese doler
tanto tiempo y tan agudo
el mismo resurgir de los tambores
la misma laxitud de los ensueños
el testamento inacabado
o los agujeros mal cosidos
del peluche amoroso
-perro viejo-.
Mis ojos han enfermado otra vez
reducidos a sal y pimienta
Tengo una cosa aquí bajo el pecho
que no funciona bien
que está averiado
que no late como de costumbre y no sé
cómo reactivar sus impulsos de nuevo
Hay una lengua culebreando en mi garganta
y no soporto los reptiles no soporto las escamas
me está quemando su sangre y sólo quiero
dormir de tirón sin preguntarme
por nada.
Esta ponzoña es tan sutil que no me pertenece
este aliento que apesta es más mío que nunca
y me quiero vomitar a mí misma
una arcada tras otra hasta retornar
a la voz dulce de los dieciséis años
cuando me pesaba el desamor como una losa
mal encajada
y lúgubre
-pero sincera
con todo-.
Estuve a punto de creer en el amor
qué tonta.
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