Recuerdo aquel día como si hoy fuera entonces
y esa cama fuera esta cama
y esas manos fueran estas otras manos
que nunca te pertenecerán.
Nos recuerdo cansados y algo confusos
después de aquel juego hueco
que suponía el amor y sus vaivenes
y la posesión enfermiza de los cuerpos.
Si mal no recuerdo tus ojos abiertos
dudaban de la legitimidad
de nuestros actos y yo no podía
hablar y decirte que eso no era
lo que había leído en ciertas novelas.
Me recuerdo cohibida y aovillada
cubierta con el traje de mi piel,
sembrada de pálidos desperfectos
y te recuerdo maravillado
o dormido a la sombra
del vello sedoso de mi mente,
extrañado ante la estatura firme
del pez onírico tan lejos de tu ser.
Nos recuerdo y me asombro
de poder todavía evocarlo
con una nitidez absurda y irrepetible
como si fuera la primera y última vez.
No quiero más recuerdos que zapatos
en el armario y no quiero tu risa
ni tus sabores, ni la lengua salvaje
en la que hablábamos.
Prefiero recordarte solo a veces
cuando me miras despacio y me da por pensar
que estábamos equivocados
y que solo improvisábamos, en el fondo.
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