Vas mendigando deseo por las calles,
calles mudas que hablan sin palabras,
calles que terminan en muros invisibles,
calles grises de luz asfaltada.
Madrid se vuelve opaca en sus matices,
la vida se concentra en un paraguas:
viajero irracional sin cicatrices,
milagro de color en la grisalla.
Todo tiene un olor a polvo seco,
por mucho que la acera esté mojada.
El sexo es quien os mira desde lejos:
ojos lascivos apuntan y disparan.
Los días grises de una sola nube
propician estos sucios intercambios:
tacón de aguja al pie de una farola,
palabras tabú en los diccionarios.
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