Te miras. Estás mirándote a ti mismo reflejado en el cristal de la ventanilla del tren.
No te miro. Pero estoy mirando tu yo reflejado en el mismo cristal de la misma ventanilla en el mismo tren.
Entonces sientes el asedio de mis ojos en los tuyos falsos, que parecen asomarse desde el otro lado del cristal. Y tu otro tú me devuelve una mirada intensa, teñida de nostalgia y de: "quiero salir de aquí y hacerte pedazos".
En ese momento parpadeo y el contacto visual se pierde un instante. Al abrir los ojos de nuevo, tu reflejo ha girado la cabeza hacia la derecha, y contempla absorto mi propio reflejo, del que hasta ahora no había sido consciente.
Veo nuestros reflejos mirándose de refilón y sin prisas.
-Haced algo! !Moveos!-quiero gritar. -Pero ellos no me escucharían, porque son solo reflejos, sombras proyectadas en la nada.
Los miro mirarse entre sí y sonrío. Yo no puedo hacer lo mismo que ellos, y les envidio, porque sé que si miro a la izquierda tu no estarás.
Estamos pasando un túnel. Y al final del todo está la luz: nuestra enemiga íntima.
Tu reflejo se desvanece por fin. El tren se detiene, la puerta se abre y nadie baja.
Eres un viajero sin destino que siempre está esperando la parada adecuada.
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