jueves, 18 de julio de 2013

entonces y mañana y tal vez nunca

Cómo no recordarte. O como hacerlo deliberadamente, en momentos clave, cuando estoy sola y desnuda en un bosque de sueños, hundida hasta las rodillas en un pantano de lujuria donde no es posible moverse ni hallar un placer aproximado al que tú me diste, sin pretenderlo.

Me pregunto si fue amor. Si el amor es tan sencillo, tan elemental en su esencia. O si fue una atracción alocada y terrible, unida a mi condición de huérfana en un país lejano. Tal vez fue la reacción primeriza de mi cuerpo, conviviendo con el tuyo bajo el mismo techo en la más perfecta desarmonía.
Tu ducha por las mañanas. El sonido del agua cayendo con fuerza sobre tu piel, todavía desconocida. Tus pasos apresurados. Las expediciones a oscuras en busca del calcetin / media perdido entre otras muchas cosas. El desorden personificado. La pava está lista. El imprescindible mate caliente en la garganta. Su amargor.
Yo intuyéndote. Yo con los ojos cerrados, desvelada, preguntándome si debo o no. Mis pensamientos muy por encima de la almohada. El pelo y el deseo alborotados, desmelenados. El calor no del todo concluyente. La mano nerviosa que no se decide a. Las pestañas. El dedo meñique, anular, índice, corazón.

Pulgar. Pulgar.

Eyacularse hacia dentro. Morir de mentira y a grandes rasgos, pero morir verdaderamente de anhelo. O consumirse como un insecto encerrado en una caja. Morir como mariposa bajo la lluvia, resbaladiza e intacta, pendiente del peligro.  

Morir joven. Y sola. Como Pizarnik.


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