A papá, por "Las mil y una noches" y otros cuentos
Mis piernas flaquean y
zozobra mi recuerdo
de tanto revivir las
noches de "había una vez...."
Entonces una voz me
llenaba
de cuentos de brujas,
ogros, cuervos, guisantes,
leyendas para niños
que fueron calando de a
poco en mi mente oxidada
con alas etéreas de mundos
posibles
mientras tú
sereno en una silla
cercana
narrabas mi futuro con
ojos de padre.
Nunca sabrás cuánta
insistencia ponía en odiar los finales:
el momento en que la luz
hacía plaf
y las pesadillas iban
besando la almohada
con ojos amarillos de
lobo.
Tal vez era ahí cuando
reclamaba tu mano
firme y cálida y
real
y contaba tus dedos como
quien cuenta ovejas
para conciliar el sueño.
A veces me dormía y otras
veces
me quedaba escuchando mi
corazón
latiendo
y me daba miedo que fuera
a estallar de improviso
o que al abrir los ojos no
hubiera nadie en la silla
sino una sombra
gris
devoradora de niñas en
pijama.
Quiero recordar y no puedo
hacerlo:
me veo en la bici roja y
tú corriendo
detrás
tú atento a mis eses y
oes y zetas.
Las tardes lentas de otoño
y de lluvia
pegada la cara al cristal
de la academia de inglés
-aburrida-
y tú apareciendo de pronto
siempre tarde pero siempre
chistoso
con el paraguas negro de
mango interrogante.
Papá haciendo castañas en
la chimenea
comiendo dulce o salado
o
con esa copita de vino
tentadora y tenue.
Recordar es un lujo
y
cuando estoy triste lo
hago sin barreras:
me viene a la cabeza el
sonido de unas llaves
luego la puerta
y por fin la luz prendida
chasqueo de alpargatas
subiendo la escalera
dieciséis peldaños
y por fin tú, otra vez,
otra noche,
con tu broma en los ojos y
la camiseta con manchas
tan querida.
No hay comentarios:
Publicar un comentario