¿Vienes?
Te adivino cerca
y vienen tus brazos de otoño
dejando caer las hojas secas
de tu melancolía.
Yo no sé
cómo atraparlas.
Se deslizan entre mis dedos
y no crujen una vez rotas
si las pisas descalzo.
Tal vez gritan.
Patalean las hojas
y languidecen, más tarde.
Y yo tengo ganas;
no sé de qué,
no son ganas de nada,
solo ganas:
tantas, tantas
que rozan el vértigo,
y que abisman los sentidos.
Ya solo quiero buscar abrigo
en los bolsillos anchos
de tu corazón desmontable,
quitarte la capucha a tientas
-aunque no llueva-,
y encarar octubre con calma
como si supiera que tú me perteneces
mientras huelan a castañas
asadas las pupilas en tus ojos
grandes, cálidos, amantes.
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