(Cruce de Avenida San Martín con Juan B. Justo. Paternal. Buenos Aires.)
Mirá cómo gimen los autos en la Avenida San Martín hora tras hora. Mirá.
Se cuelan en mi sueño, ronroneantes. Creo que la ventana está rota. Más bien creo que no hay ventana y que una mañana voy a salir volando. Como el carancho imaginario. O como la luna gorda.
Je. Parecen de juguete todos esos bondis. Los ángeles guachos nos miran desde la pared pintada y tengo que recargar el celu pero ya bajaré más tarde. Ahora estoy ocupada. Tengo las manos y los ojos y los oídos completamente ocupados mientras tu cuerpo desnudo flota entre las sábanas. ¿Sábanas? Eso sí que es raro.
Me sorprende lo serio que es tu rostro dormido. Ausente de todo, sigues empeñado en buscarle un por qué a las cosas. No te entiendo y prefiero no hacerlo, en serio. Porque el día en que eso suceda, el día en que llegue a intuir todo aquello que ignoro, agarraré mi ropa interior y huiré volando.
Volar. No hubo noche que no me preguntases cuál era mi técnica secreta para volar en sueños, y no supe responderte. Mi don es innato, te decía. ¿No notas dos bultitos en mi espalda? Mirá....
Mirá.
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