
Soy enteramente un paisaje desolado.
Ya los pies no responden,
llevan un ritmo decelerado.
Sin embargo, sin embargo,
cuán terrible es la fiebre,
continuar jadeando
mucho tiempo después
de que todo haya expirado.
Estoy sola en el andén,
y nadie me está mirando:
puedo leer en sus ojos
la eterna interrogación,
el por qué de mis desmayos.
Soy enteramente un paisaje desolado.
Con el zapato desatado,
voy caminando, despacio.
Y la enfermedad hostigando
detrás, sombra burlona
de los vacíos de los besos
que no me has dado.
La vida suspendida.
Mi pelo, enmarañado
pugna por abrirse paso
bajo la gorra de diario.
Los labios agrietados
de tanto morderlos,
hinchados y obscenos,
terribles o bellos.
Soy enteramente un paisaje desolado.
Y es que me miro al espejo,
con miedo a mi aspecto,
-que un mendigo a mi lado
sería arrebatador-
y trato de limpiar el barro
de las botas, de los años,
que los recuerdos vienen,
me maltratan con su agravio.
Tengo sueño y empacho
de cierto baile romántico,
de aquel paseo de antaño,
por las nubes: el cielo mismo
que nos ha deslumbrado.
Soy enteramente un paisaje desolado.
Cómo duele pensarlo:
recordar y ser consciente
de que pudimos volar,
ser felices, y suicidarnos
en brazos del destino.
Sin embargo, sin embargo,
te he cortado las alas,
y ahora caigo en picado:
me precipito a ese abismo
que solo quiso engañarnos.
Maldita Ciudad Encantada
-me has enamorado.
Me gusta , pero tú no eres un paisaje desolado.
ResponderEliminarEs la desolación la que pretende conquistar tus murallas... sé fuerte y entrena bien a tu ejército (al mío ya lo tienes como aliado)